jueves, 3 de enero de 2019

Leyendo... Malaquías capítulo 2



LECTURA DIARIA:
Malaquías capítulo 2

Dios les advirtió a los sacerdotes que si ellos no honraban su nombre, los castigaría
. Los sacerdotes no tomaron en serio las cosas más importantes para Dios, aun cuando Él se las había recordado por medio de su Palabra en muchas ocasiones.
Leví fundó la tribu que lleva su nombre. Los levitas llegaron a ser ministros de Dios, primero en el tabernáculo, luego en el templo. En estos versículos Dios se dirigía a los sacerdotes que descendían de esta tribu, diciéndoles que debían prestar atención a la ley que El dio a sus antepasados. Los levitas fueron una tribu apartada para el servicio a Dios.
Malaquías estaba enojado con los sacerdotes porque a pesar de ser los mensajeros de Dios, no conocían su voluntad. Y su falta de conocimiento ocasionó que el pueblo se descarriara. Su ignorancia era voluntaria e inexcusable.
Los sacerdotes permitían que la gente influyente y favorecida quebrantara la Ley. Dependían tanto de estas personas económicamente que no podían confrontarlas cuando hacían algo malo.
La reprensible práctica de repudiar a las esposas israelitas y casarse con mujeres que servían a deidades paganas constituía una violación del pacto de nuestros padres.
El que los esposos repudiaran a sus mujeres representa una violación del pacto que Dios ha establecido con su pueblo, y ello lo desagrada.
El pueblo era infiel. No decía abiertamente que rechazaba a Dios, pero estaba viviendo como si no existiera. Los hombres se casaban con paganas que adoraban ídolos. El divorcio era común, y ocurría sin otra razón que no fuera el deseo de un cambio. La gente actuaba como si pudiera hacer cualquier cosa sin ser castigada. Y el pueblo se preguntaba por qué Dios rechazaba sus ofrendas y no les bendecía.
Después de que el templo fue reconstruido y se terminaron los muros, el pueblo se entusiasmó al ver que las profecías pasadas se estaban cumpliendo. Pero pasó el tiempo, y las profecías acerca de la destrucción de los enemigos de Dios y de la llegada del Mesías no se cumplieron de inmediato. El pueblo se desalentó y se volvió apático en su obediencia a las leyes de Dios. Esta apatía los llevó gradualmente al pecado flagrante, tal como el matrimonio con idólatras.
 “Guardaos, pues, en vuestro espíritu y no seáis desleales” significa mantener el mismo compromiso hacia el matrimonio que Dios mantenía con las promesas que había hecho a su pueblo.
Los sacerdotes y levitas mantenían una visión arrogante y distorsionada sobre la adoración, diciendo que Dios se agrada con los malhechores que cuestionan su justicia. El Señor vindicará su justicia. Vendrá súbitamente a su templo y juzgará a los hechiceros, a los adúlteros, a aquellos que juran en falso, a los que defraudan a sus trabajadores, a la viuda y al huérfano, o a los que no ofrecen hospitalidad a los extranjeros; esto es, a todos aquellos que no tienen temor de mí.
Dios estaba cansado de la forma cínica en la que el pueblo distorsionaba sus verdades. El castigaría a los que insistían que cuando Dios guardaba silencio, esto significaba que apoyaba sus acciones. También castigaría a los que de manera despreocupada profesaran una fe falsa.

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