sábado, 26 de enero de 2019

Leyendo...: Mateo capítulo 19



LECTURA DIARIA:
Mateo capítulo 19

Juan fue a la cárcel y murió por expresar en público sus opiniones sobre el matrimonio y el divorcio, y los fariseos esperaban atrapar también a Jesús.
Trataron de hacerle caer en la trampa de adoptar una postura en una controversia teológica. Dos grupos principales tenían puntos de vista opuestos sobre el divorcio. Un grupo defendía el divorcio casi por cualquier razón. El otro creía que el divorcio podía permitirse sólo en caso de infidelidad conyugal. El conflicto giraba alrededor de la interpretación de Deuteronomio 24.1-4. Pero en su respuesta, Jesús se refirió más al matrimonio que al divorcio. Subrayó que la intención de Dios siempre había sido que el matrimonio fuera permanente. En los tiempos de Moisés, así como en el de Jesús, la práctica del matrimonio se alejó mucho de la intención de Dios. Lo mismo sucede hoy. Jesús dijo que Moisés dio esta ley sólo porque el corazón de la gente estaba endurecido (naturaleza pecaminosa). El matrimonio permanente era la intención de Dios, pero como la naturaleza humana hizo inevitable el divorcio, Moisés instituyó algunas leyes para ayudar a las víctimas. Eran leyes civiles designadas especialmente para proteger a las mujeres que, en esa cultura, se convertían en vulnerables al vivir solas. Con la ley de Moisés, un hombre ya no podría echar fuera a una mujer con facilidad, sino que debía escribir una carta formal de separación. Fue un paso radical hacia los derechos civiles, pues hacía que los hombres pensaran dos veces antes de divorciarse. Dios diseñó el matrimonio para que fuera indisoluble.
Un "eunuco" es un hombre castrado, un hombre sin testículos. Algunos tienen ciertas limitaciones físicas que les impiden casarse, mientras que otros no se casan porque en su caso particular pueden servir mejor a Dios como solteros. Jesús no estaba enseñando a evitar el matrimonio porque no fuera bueno ni porque limita nuestra libertad. Eso sería egoísmo. Un buen motivo de permanecer solo es desear usar el tiempo y la libertad para servir a Dios. Pablo habla de esto en 1 Corintios 7. 19.13-15.
Los discípulos debieron haber olvidado lo que Jesús dijo acerca de los niños. Jesús quería que los niños se le acercaran porque los ama y porque tienen la actitud que uno necesita para acercarse a Dios. Jesús no quiso decir que el cielo es sólo para los niños, sino que la gente requiere actitudes semejantes a las de un niño para confiar en Dios. La receptividad de los niños era un contraste notable con la obstinación de los líderes religiosos que permitieron interponer su sofisticación y educación religiosa en la vía de la fe simple, necesaria para creer en Jesús.
Un hombre quería tener la seguridad de que poseía vida eterna. Jesús le mostró que no podía salvarse por medio de las buenas obras que no están basadas en el amor a Dios. Este hombre necesitaba un nuevo punto de partida. En respuesta a la pregunta del joven de cómo tener vida eterna, Jesús le dijo que debía guardar los Diez Mandamientos. Luego Jesús hizo referencia a seis de ellos, todos relacionados con el trato con otros. Cuando el joven replicó que los había guardado, Jesús le dijo que le faltaba algo más: vender todo y dar el dinero a los pobres. Esto inmediatamente puso de relieve la debilidad del hombre. En realidad, su riqueza era su dios, su ídolo, y no lo iba a rechazar. Cuando Jesús le dijo al joven rico "que sería perfecto" si daba todo lo que tenía a los pobres, no hablaba en el sentido humano, temporal. Hablaba de cómo alcanzar justificación, integridad total, ante los ojos de Dios.
Al rico le es tan difícil entrar en el cielo como a un camello atravesar el ojo de una aguja. Sin embargo, explicó Jesús, "para Dios todo es posible". Aun los ricos pueden entrar en el Reino si Dios los hace entrar.
Jesús invirtió el orden de los valores mundanos.

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