sábado, 29 de junio de 2019

Tiempo... Gálatas 3. 1 - 4



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“¡Gálatas, duros para entender! ¿Quién los embrujó? En nuestra predicación hemos mostrado ante sus propios ojos a Jesucristo crucificado.
 Sólo quiero que me contesten a esta pregunta: ¿Recibieron ustedes el Espíritu de Dios por el cumplimiento de la ley o por aceptar el mensaje de la fe? ¿Son tan duros para entender, que habiendo comenzado con el Espíritu quieren ahora terminar con algo puramente humano? ¿Tantas buenas experiencias para nada?... ¡Imposible que hayan sido para nada!”   Gálatas 3. 1 – 4

 Seguramente hay entre los creyentes motivaciones equivocadas por las que hacemos obras.
Es una la triste realidad de muchos cristianos que quizá en este mismo momento estamos haciendo muchas “obras” propulsados por una motivación incorrecta.
Los Gálatas cometieron este tremendo error y Pablo les exhorto diciendo: “¡Oh Gálatas insensatos!”
Que penosa situación en la que los Gálatas fueron sorprendidos gracias al discernimiento espiritual de Pablo que le permitía identificar cuando algún hermanos estaba haciendo “Obras para Dios” con una motivación incorrecta, pero más penoso será cuando Dios nos diga estas misma palabras cuando estemos ante su presencia.
En el caso de ellos hacer muchas cosas que dictaba la Ley para no ser condenados era su error (Miedo, combinado con religiosidad y orgullo) y el resultado; “Obras vanas sin ningún valor eterno”.
Ahora, creo que muchos caemos en este error simplemente porque no sabemos cuál es el orden correcto de la ecuación y algunos factores simplemente estén invertidos o tergiversados.
Nunca sirvamos a Dios por interés. Hay una frase que nos recuerda este principio: “No digas a Dios te amo porque te necesito, sino dile te necesito porque te amo.”
Nunca sirvamos a Dios por miedo. Sirvamos  por amor, por sumisión a su suprema autoridad y por agradecimiento por su sangre derramada en la cruz por nosotros (Gálatas 2.20).
Nunca sirvamos a Dios por apariencia, para demostrar a otros que somos mejores o tenemos un lugar de liderazgo en la iglesia. La base del servicio es el amor a otros, no nuestra exaltación.
Nuestro servicio y amor a Dios no debe ser para alcanzar algo sino debe ser para agradecer lo que ya hemos recibido. Este sencillo pero profundo principio hace la diferencia entre una obra “vana” y una “agradable” a Dios, constituyendo la base de la ecuación, porque en nuestra relación con Él, el orden de los factores, sí altera el producto.
Dios les bendiga abundantemente.

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