TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“¡Gálatas,
duros para entender! ¿Quién los embrujó? En nuestra predicación hemos mostrado
ante sus propios ojos a Jesucristo crucificado.
Sólo quiero que me
contesten a esta pregunta: ¿Recibieron ustedes el Espíritu de Dios por el cumplimiento
de la ley o por aceptar el mensaje de la fe? ¿Son tan duros para entender,
que habiendo comenzado con el Espíritu quieren ahora terminar con algo
puramente humano? ¿Tantas buenas experiencias para nada?... ¡Imposible que
hayan sido para nada!” Gálatas 3.
1 – 4
Seguramente
hay entre los creyentes motivaciones equivocadas por las que hacemos obras.
Es
una la triste realidad de muchos cristianos que quizá en este mismo momento estamos
haciendo muchas “obras” propulsados por una motivación incorrecta.
Los
Gálatas cometieron este tremendo error y Pablo les exhorto diciendo: “¡Oh Gálatas insensatos!”
Que
penosa situación en la que los Gálatas fueron sorprendidos gracias al
discernimiento espiritual de Pablo que le permitía identificar cuando algún
hermanos estaba haciendo “Obras para Dios” con una motivación incorrecta, pero
más penoso será cuando Dios nos diga estas misma palabras cuando estemos ante
su presencia.
En
el caso de ellos hacer muchas cosas que dictaba la Ley para no ser condenados
era su error (Miedo, combinado con religiosidad y orgullo) y el resultado;
“Obras vanas sin ningún valor eterno”.
Ahora,
creo que muchos caemos en este error simplemente porque no sabemos cuál es el
orden correcto de la ecuación y algunos factores simplemente estén invertidos o
tergiversados.
Nunca
sirvamos a Dios por interés. Hay una frase que nos recuerda este principio: “No
digas a Dios te amo porque te necesito, sino dile te necesito porque te amo.”
Nunca
sirvamos a Dios por miedo. Sirvamos por amor, por sumisión a su
suprema autoridad y por agradecimiento por su sangre derramada en la cruz por
nosotros (Gálatas 2.20).
Nunca
sirvamos a Dios por apariencia, para demostrar a otros que somos mejores o
tenemos un lugar de liderazgo en la iglesia. La base del servicio es el amor a
otros, no nuestra exaltación.
Nuestro
servicio y amor a Dios no debe ser para alcanzar algo sino debe ser
para agradecer lo que ya hemos recibido. Este sencillo pero profundo
principio hace la diferencia entre una obra “vana” y una “agradable” a Dios,
constituyendo la base de la ecuación, porque en nuestra relación con Él, el
orden de los factores, sí altera el producto.
Dios
les bendiga abundantemente.
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