LECTURA
DIARIA:
2
Corintios capítulo 3
Algunos
falsos maestros llevaban consigo cartas olvidadas de recomendación para
incrementar su autoridad.
Pablo declara que no necesita ese tipo de cartas. Las
vidas de los creyentes, aquellos que él y sus colaboradores habían predicado,
eran suficientes como recomendación.
Pablo
usa metáforas poderosas de pasajes famosos del Antiguo Testamento que predicen
el día prometido de nuevos comienzos. Este proceso de conversión no debe ser
utilizado por ningún ministro para conseguir reputación, ocurre por obra del
Espíritu Santo. No llegamos a ser creyentes por seguir las instrucciones de
algún manual o por emplear alguna técnica. Nuestra conversión es el resultado
de ser sellados por Dios mediante su Espíritu en nuestros corazones, lo que nos
da nuevo poder para vivir para El.
Pablo
no está alardeando, da a Dios la honra por todos sus logros. Mientras los
falsos maestros se sentían orgullosos de su poder y prestigio, Pablo expresa su
humildad delante de Dios. Nadie puede considerarse capaz sin la ayuda de Dios.
Nadie es competente para cumplir con sus propias fuerzas la responsabilidad
para la que Dios nos ha llamado. Sin la habilitación del Espíritu Santo, el
talento natural puede llevarnos al fracaso. Como testigos de Cristo,
necesitamos el carácter y la fuerza especial que sólo Dios da.
La
frase "La letra mata, más el espíritu vivifica" significa que tratar
de ser salvos guardando las leyes del Antiguo Testamento nos conducirá a la
muerte. Sólo al creer en el Señor Jesucristo una persona puede recibir vida
eterna a través del Espíritu Santo. Nadie, con excepción de Jesús, ha logrado
cumplir perfectamente la ley, y por eso todo el mundo está condenado a muerte.
La ley hace que la gente tome conciencia de su pecado, pero esto no da vida.
Bajo el nuevo pacto, el cual significa promesa o acuerdo, la vida eterna viene
del Espíritu Santo. El Espíritu da vida nueva a todos los que creen en Cristo.
La ley moral (los Diez Mandamientos) sigue siendo de ayuda para mostrar el
pecado e indicarnos cómo llevar una vida que agrade a Dios, pero el perdón
viene sólo por medio de la gracia y la misericordia de Cristo.
Pablo
contrasta la gloria de los Diez Mandamientos con la del ministerio del
Espíritu. Si la ley conduce a la muerte, y fue glorioso, ¡cómo no será más
glorioso el plan de Dios que nos conduce a la vida! El sacrificio de Jesucristo
es mucho más superior que el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento.
Pablo
manifiesta que si el viejo pacto había sido con gloria, ahora el nuevo lo es
aún más. La ley fue maravillosa porque a pesar de condenarnos nos señalaba a
Cristo. Pero en el nuevo pacto la ley y la promesa se cumplen. Cristo vino, por
fe podemos ser justificados.
Cuando
Moisés bajó del Monte Sinaí con los Diez Mandamientos, su rostro resplandecía
por haber estado en la misma presencia de Dios (Éxodo 34.29-35). Se puso un
velo para evitar que la gente se asustara por el esplendor de su rostro. Pablo
agrega que su velo evitó que vieran la gloria que se desvanecía. Moisés y su
velo ilustran el desvanecimiento del sistema antiguo así como el velo de la
mente y el entendimiento de la gente por su orgullo, dureza de corazón y
rechazo a arrepentirse. La herencia de los judíos se asemejaba a un velo de
orgullo que les impedía entender las referencias a Cristo en las Escrituras.
Cuando
una persona llega a ser cristiana, Cristo remueve su velo dándole vida eterna y
libertad de tratar de salvarse por la ley. Sin el velo podemos ser como un
espejo que refleja la gloria de Dios.
Todos
aquellos que tratan de ser salvos guardando las leyes del Antiguo Testamento
pronto se enredan con reglas y ceremonias. Pero ahora, a través del Espíritu
Santo, Dios nos otorga libertad del pecado y la condenación. Cuando confiamos
Cristo nos salva, El quita nuestra pesada carga de agradarle y nuestra culpa
por no lograrlo. Al confiar en Cristo somos amados, aceptados, perdonados y
libertados para vivir para El. "Donde está el Espíritu del Señor, allí hay
libertad".
La
gloria que el Espíritu imparte al creyente es superior, en calidad y duración,
a la que Moisés experimentó. Al contemplar la naturaleza de Dios sin el velo en
nuestra mente, nos asemejamos a Cristo.
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