TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“En
nada damos mal ejemplo a nadie, para que nuestro trabajo no caiga en
descrédito. Al contrario, en todo damos muestras de que somos siervos de
Dios, soportando con mucha paciencia los sufrimientos, las necesidades, las dificultades, los
azotes, las prisiones, los alborotos, el trabajo duro, los desvelos y el
hambre.
También lo demostramos por nuestra pureza de vida, por nuestro
conocimiento de la verdad, por nuestra tolerancia y bondad, por la presencia
del Espíritu Santo en nosotros, por nuestro amor sincero, por nuestro
mensaje de verdad y por el poder de Dios en nosotros. Usamos las armas de la
rectitud, tanto para el ataque como para la defensa. Unas veces se nos
honra, y otras veces se nos ofende; unas veces se habla bien de nosotros, y
otras veces se habla mal. Nos tratan como a mentirosos, a pesar de que decimos
la verdad. Nos tratan como a desconocidos, a pesar de que somos bien
conocidos. Estamos medio muertos, pero seguimos viviendo; nos castigan, pero no
nos matan. Parecemos tristes, pero siempre estamos contentos; parecemos
pobres, pero enriquecemos a muchos; parece que no tenemos nada, pero lo tenemos
todo. Hermanos corintios, les hemos hablado con toda franqueza; les hemos
abierto por completo nuestro corazón”.
2
Corintios 6. 3 – 11.
Predicar
es vivir el mensaje que queremos mostrar, gracia, amor, paz, perdón, y todas
esas cosas que venimos viendo. Pero vivir eso es llevarlo a la práctica sin
pensar en las consecuencias. Consecuencias de todo tipo.
Pablo
enumera un montón, y creo que más de uno se habrá sentido identificado con más
de una situación que él menciona. Pero si las enumera es precisamente para
proponernos una entrega absoluta, sin importar las presiones, dificultades,
problemas, trabas, heridas, temores, amenazas o persecuciones.
De hecho, en otra parte Pablo dice que en todas estas cosas no tenemos nada de qué preocuparnos, ¡porque por medio de Cristo podemos superarlas a todas!
De hecho, en otra parte Pablo dice que en todas estas cosas no tenemos nada de qué preocuparnos, ¡porque por medio de Cristo podemos superarlas a todas!
"¿Quién
nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la
persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está
escrito: 'por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a
ovejas para el matadero!'. Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores
por medio de aquél que nos amó" (Romanos 8.35-37).
Y como parte de esta misma entrega, tenemos que abrir nuestro corazón de par en par. Dejar que las demás personas entren en nosotros, en nuestras vidas. Compartirles nuestras vidas.
Y como parte de esta misma entrega, tenemos que abrir nuestro corazón de par en par. Dejar que las demás personas entren en nosotros, en nuestras vidas. Compartirles nuestras vidas.
Esto
es parte de nuestro mensaje, pero además de nuestro camino. Pablo lo expresa
así: "les hemos hablado con franqueza; les hemos abierto de par en par
nuestro corazón" (6.11). Y después desafía a los corintios, y por lo tanto
a nosotros, diciendo "¡abran también su corazón de par en par!" (6.13).
Como
cristianos, como servidores de Dios, no conviene que le neguemos a nadie el
afecto, ni siquiera a los que nos ofenden, ni siquiera a los que nos lastiman.
Esto
es una entrega absoluta. Por supuesto, esto no significa que nos dejemos
lastimar. Pero antes de negarle afecto a alguien, es mejor apartarse, si es
cuestión sólo de preservarse a uno mismo.
Pero
estar siempre dispuestos a dar nuevas oportunidades y a abrir nuestros
corazones es fundamental.
Nosotros
apuntamos al 100%, pero Dios saca de nosotros un poco de entrega extra. Esto es
la entrega absoluta: hasta donde podamos abrirnos y entregarnos, y un poco más.
110%.
Dios
les bendiga abundantemente.
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