LECTURA
DIARIA:
2
Corintios capítulo 4
Cuando
se habla a la gente acerca de Cristo, hay que tener cuidado en no distorsionar
el mensaje para complacer al auditorio. Es necesario proclamar la verdad de la
Palabra de Dios.
El
evangelio está disponible y revelado a todos, excepto a aquellos que se niegan
a creer. Satanás es el "dios de este siglo". Su trabajo es engañar y
aquellos que no creen serán enceguecidos por él. El atractivo del dinero, el
poder y el placer enceguecen a la gente para ver la luz del evangelio. Todos
aquellos que rechazan a Cristo, prefiriendo una vida mundana, convierten a
satanás en su Dios.
El
centro de la predicación de Pablo fue Cristo, no él mismo, si alguien predica acerca de sí mismo o trata de
expresar sus propias ideas antes que las de Cristo, es un falso maestro.
Pablo
sirvió voluntariamente a la iglesia en Corinto, a pesar de los profundos
desacuerdos que tuvieron con él. Cualquier servicio requiere un sacrificio de
tiempo y de deseos personales. Llegar a ser un seguidor de Cristo significa
servir a otros.
El
mensaje invalorable de salvación en Jesucristo ha sido confiado por Dios a
hombres frágiles y falibles. El enfoque de Pablo era el poder de Dios obrando
en nosotros. Aun siendo débiles, Dios nos usa para difundir las buenas nuevas y
nos da poder para cumplir con la obra. Si sabemos que el poder es suyo, no
nuestro, podemos evitar que el orgullo se apodere de nosotros y esto nos motiva
a mantener un contacto diario con Dios, nuestra fuente de poder. Nuestra
responsabilidad es dejar que la gente vea a Dios por medio nuestro. Pablo nos
recuerda que nuestros cuerpos perecederos están sujetos al pecado y al
sufrimiento pero Dios nunca nos abandona. Como Cristo obtuvo la victoria sobre
la muerte, tenemos vida eterna. Todos nuestros riesgos, humillaciones y pruebas
son oportunidades para demostrar el poder y la presencia de Cristo en y a
través de nosotros.
Pablo
enfrentó sufrimientos, pruebas y angustia al predicar las buenas nuevas, pero
sabía que un día terminarían y que obtendría el reposo de Dios en recompensa.
Así como los atletas se concentran, pensando en la línea de llegada, y pasan
por alto su incomodidad, nosotros también debemos concentrarnos en la
recompensa a nuestra fe y en el gozo que permanece para siempre. No importa qué
nos suceda en esta vida, tenemos la seguridad de la vida eterna en la que todo
sufrimiento terminará y las tristezas y el gemido huirán.
Todos
enfrentamos problemas, en nuestras relaciones o en el trabajo, que nos inducen
a pensar en echar a un lado las herramientas y abandonarlo todo. Antes que
rendirse cuando la persecución arreciaba, Pablo se concentró en experimentar la
fortaleza interior proveniente del Espíritu Santo.
Nuestros
problemas no debieran desanimarnos o disminuir nuestra fe. En cambio, debemos
entender que hay un propósito en nuestro sufrimiento, recuerdan los sufrimientos
de Cristo por nosotros; prueban nuestra fe a otros; y le dan la oportunidad a
Dios para demostrar su gran poder.
Nuestra
esperanza suprema es saber que viviremos por siempre con Dios en un lugar sin
pecado y sufrimiento puede ayudarnos a vivir sobre el dolor que enfrentamos en
esta vida.
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