TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Tres
veces le he pedido al Señor que me quite ese sufrimiento; pero el Señor me
ha dicho: «Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra
plenamente en la debilidad.»
Así que prefiero gloriarme de ser débil, para que repose
sobre mí el poder de Cristo. Y me alegro también de las debilidades, los
insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por
Cristo, porque cuando más débil me siento es cuando más fuerte soy”. 2
Corintios 12. 8 – 10
El
apóstol Pablo estaba dispuesto a dejar todo por la edificación y el crecimiento
de los corintios, y no esperaba recibir absolutamente nada a cambio.
Esta tiene que ser nuestra actitud al servir. No importa si aquellos a los que servimos no reconocen nuestro servicio, o si piensan que viene de nosotros cuando nosotros mismos afirmamos que viene de Dios.
Esta tiene que ser nuestra actitud al servir. No importa si aquellos a los que servimos no reconocen nuestro servicio, o si piensan que viene de nosotros cuando nosotros mismos afirmamos que viene de Dios.
Lo
importante es la forma en la que nosotros lo hagamos. En definitiva, hay un solo
hecho verdadero en todo esto, en medio y a pesar de nuestras debilidades,
Cristo manifiesta su enorme poder en nosotros a través de milagros y señales, y
nos usa para que otros sean bendecidos, independientemente de que esos otros se
den cuenta o no.
Lo
demás es secundario, lo que recibimos, lo que gastamos en el proceso, lo que
ponemos de nosotros mismos. El límite de nuestro propio desgaste en todo caso
está dado, precisamente, por la fuente de nuestra humildad, el conocimiento de
nosotros mismos y de nuestras debilidades y limitaciones, y no sólo eso, sino
también su reconocimiento. Saber que están y aceptarlas. El poder de Dios se
encarga del resto.
Que el Dios que se entregó a sí mismo con el único interés de rescatarnos llene nuestra manera de pensar y vivir, para que podamos actuar con humildad sincera y con esa misma entrega desinteresada, manifestando así su inmenso poder a través de nuestras propias debilidades.
Que el Dios que se entregó a sí mismo con el único interés de rescatarnos llene nuestra manera de pensar y vivir, para que podamos actuar con humildad sincera y con esa misma entrega desinteresada, manifestando así su inmenso poder a través de nuestras propias debilidades.
Dios
les bendiga abundantemente.
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