TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Ésta
es la tercera vez que voy a visitarlos. Todo tendrá que decidirse por el
testimonio de dos o tres testigos.
A los que antes pecaron, y a todos,
ahora que estoy lejos les repito la advertencia que les hice personalmente en
mi segunda visita: que si voy otra vez a visitarlos, no voy a tenerles
consideración, ya que ustedes están buscando una prueba de que Cristo
habla por mí. Y Cristo no es débil en su trato con ustedes, sino que muestra su
fuerza entre ustedes”. 2
Corintios 13. 1 – 3
Pablo
termina en este capítulo de defender su ministerio de una forma práctica.
Todos los creyentes somos ministros de este nuevo pacto. Una de las principales características de este nuevo pacto es la gracia: el único hombre justo pagando el precio de la injusticia de todos los demás hombres con su propia muerte. Ésta es la autoridad que Pablo afirma recibir de Cristo, la autoridad que la gracia le da.
Esta autoridad de gracia tiene una primera consecuencia fundamental, reconocer que no nos ganamos esa autoridad, sino que nos fue regalada por medio de la fe. Porque a través de la fe viene en nosotros el poder de obedecer la palabra de Dios de forma voluntaria y consciente. De hecho, no es una autoridad teórica la que se nos confiere, sino una autoridad práctica, que sólo se demuestra por las obras.
Todos los creyentes somos ministros de este nuevo pacto. Una de las principales características de este nuevo pacto es la gracia: el único hombre justo pagando el precio de la injusticia de todos los demás hombres con su propia muerte. Ésta es la autoridad que Pablo afirma recibir de Cristo, la autoridad que la gracia le da.
Esta autoridad de gracia tiene una primera consecuencia fundamental, reconocer que no nos ganamos esa autoridad, sino que nos fue regalada por medio de la fe. Porque a través de la fe viene en nosotros el poder de obedecer la palabra de Dios de forma voluntaria y consciente. De hecho, no es una autoridad teórica la que se nos confiere, sino una autoridad práctica, que sólo se demuestra por las obras.
Son
éstas las que, acreditan nuestro ministerio, nuestro servicio, y sobre todo
nuestra posición para reprender a otros. No porque nuestras obras nos hagan
mayores que los demás, porque en realidad, cualquiera puede reprender a
cualquiera. Pero no podemos reprender a alguien por algo que nosotros mismos no
ponemos en práctica.
El ejercicio de esa autoridad tiene un objetivo distinto del de mandar sobre otros, la meta es que los demás crezcan en el Señor. La edificación de los demás, y no su destrucción, como señala Pablo. Si usamos nuestra autoridad para aprovecharnos de los demás, para tomar lo que otros tienen, para hacerles daño por cosas que en el pasado pueden habernos hecho, o lo que sea, entonces no estamos usando la autoridad de la gracia ni manifestando el poder de Cristo.
El ejercicio de esa autoridad tiene un objetivo distinto del de mandar sobre otros, la meta es que los demás crezcan en el Señor. La edificación de los demás, y no su destrucción, como señala Pablo. Si usamos nuestra autoridad para aprovecharnos de los demás, para tomar lo que otros tienen, para hacerles daño por cosas que en el pasado pueden habernos hecho, o lo que sea, entonces no estamos usando la autoridad de la gracia ni manifestando el poder de Cristo.
El
ministerio del nuevo pacto se basa en el amor y el perdón del Señor. Recordemos que contribuir a la edificación de
otros es necesariamente ayudar a que la gloria de Dios se refleje de manera
cada vez más visible en esas personas, y por lo tanto requiere que yo mismo la
deje brillar en mí.
Dios
les bendiga abundantemente.
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