TIEMPO
DE REFLEXIÓN
Estando
Jesús en Betania, en casa de Simón llamado el Leproso, se acercó una mujer con
un frasco de alabastro lleno de un perfume muy caro, y lo derramó sobre la
cabeza de Jesús mientras él estaba sentado a la mesa. Mateo 26. 6 – 7
La reacción de los discípulos y en especial, Judas Iscariote (quien traicionaría a Jesús más tarde) fue de rechazo total. El relato de Juan nos explica que en específico, fue Judas quién argumentó acerca del desperdicio y mal uso del perfume.
Judas argumentó que el dinero del perfume se pudo haber utilizado para darlo a los pobres. Sabemos ahora que Judas probablemente como administrador del dinero de los discípulos, robaba dinero para sí mismo. Aun así, quiso seguir con la hipocresía y falsa imagen de que en realidad se preocupaba por los pobres.
La reflexión de este versículo se encuentra en la reacción de Judas y los discípulos con respecto a la actitud de María ungiendo a Jesús con su más preciado perfume.
¿Qué se merece Jesús? ¿No merece mucho más que la unción con un perfume? ¿Cómo es posible que sus discípulos se indignaran o desaprobaran un acto de adoración puro hacia su Señor?
Si bien, somos humanos y nos equivocamos, no debemos olvidar la historia y seguir cometiendo los mismos errores una y otra vez.
El
ejemplo que más sobresale es el de Judas. Discípulo de Jesús. Pasó varios años
a su lado y viendo los milagros que hacía. Escuchó directamente del Maestro las
enseñanzas de la Palabra de Dios. Todo esto no sirvió para transformar su
corazón y reconocer su pecado.
Jesús
no solo merecía el perfume sino que todos se postraran y le adoraran.
Nos
podemos acostumbrar a nuestra rutina diaria y pasar de largo las bendiciones
que Dios nos da en cada momento. A veces, la salud es lo primero que se nos
olvida y lo recordamos hasta que nos enfermamos.
Sería
bueno preguntarnos: ¿Qué merece Jesús? ¿Qué estamos dispuestos a entregarle? ¿Estamos
conscientes que no basta con escuchar de la Palabra de Dios, sino hay que
ponerla en práctica?
El
perfume de María era sumamente caro. Ella lo tenía guardado como algo muy
preciado. Sin pensarlo dos veces, se humilló ante Jesús y lo reconoció como lo
más valioso e importante en su vida.
Es
importante que le entreguemos a Dios aquello que es lo más preciado para
nosotros.
Dios
les bendiga abundantemente.
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