LECTURA
DIARIA:
Marcos
capítulo 12
En
esta parábola Israel, representado por el viñedo, fue el lugar donde Dios
cultivó la salvación y la trajo al mundo.
Los líderes religiosos no solo
frustraron el propósito nacional, sino que también mataban a los que trataban
de cumplirlo. Tenían tanto celo, que descuidaron el bienestar de ese pueblo que
se suponía tenían que guiar a Dios. El dueño de la tierra es Dios; la viña es
la nación de Israel; los agricultores son los líderes religiosos judíos; los
propietarios de la tierra son los profetas y sacerdotes que se mantenían fieles
a Dios; el hijo es Jesús; los demás son los gentiles. Al contar esta historia,
Jesús mostró a los líderes religiosos que sabía exactamente lo que pensaban y
puso al descubierto su plan para darle muerte. Les advirtió que su pecado no
quedaría impune. Jesús se refirió a sí mismo como la piedra que desecharon los
edificadores. Aunque la mayoría de los líderes judíos lo rechazaron, llegó a
ser la piedra angular de un nuevo "edificio", la Iglesia. La piedra
angular aseguraba que las demás piedras del edificio estuvieran derechas y a
nivel. Asimismo, la vida de Jesús y su enseñanza son la base o fundamento de la
Iglesia.
Los
fariseos eran ante todo un grupo religioso, en tanto que los herodianos eran un
grupo político judío que aprobaba los compromisos de Herodes con Roma. Por lo
general, los dos grupos no tenían nada que hacer uno con otro. Los fariseos no
querían a Jesús porque denunció su hipocresía. Los herodianos también veían a
Jesús como una amenaza. El sostén de la dinastía de Herodes el Grande, perdió
el control político cuando, como resultado de una hipotética rebelión, Roma
depuso al hijo de Herodes reemplazándolo con un gobernador romano. Los
herodianos temían que Jesús causara más inestabilidad en Judea y que Roma
reaccionara no volviendo a permitir que los líderes romanos disminuyeran y los
reemplazaran un descendiente de Herodes.
Cualquiera
que evadiera el pago de impuestos se enfrentaba a castigos. Los fariseos y los
herodianos esperaban atrapar a Jesús con el asunto de los impuestos, creían
tener la pregunta perfecta para atrapar a Jesús. Pero la sabia respuesta de
Jesús una vez más dejó al descubierto sus malas intenciones. Jesús dijo que la
moneda con la imagen del emperador tenía que darse al emperador. Pero la que
tenía la imagen de Dios, nuestras vidas, pertenecía a Dios.
Después
que los fariseos y los herodianos fallaron en atrapar a Jesús con el asunto de
los impuestos, los saduceos volvieron a la carga con otra cuestión que al
parecer no podía fallarles. Los saduceos no creían en la vida después de la
muerte porque el Pentateuco (Génesis a Deuteronomio) no lo enseña directamente
y los escritos de Moisés eran la únicas Escrituras que obedecían. Pero Jesús
les dijo que los libros de Moisés sí respaldaban la idea de la vida eterna
(12.26). De acuerdo a la Ley del Antiguo Testamento, cuando el marido de una
mujer moría sin dejar descendencia, el hermano del muerto tenía que casarse con
la mujer a fin de asegurar hijos que cuidaran de la viuda y permitieran que la
línea familiar no se interrumpiera. El primer hijo de este matrimonio se
consideraba hijo del hombre muerto.
El
comentario de Jesús en el versículo 25 no intenta ser la palabra final sobre el
matrimonio en el cielo. En cambio, con esta respuesta Jesús se niega a
contestar la adivinanza de los saduceos y a caer en su trampa. Echando a un
lado la pregunta acerca de la mujer que se casó muchas veces, El dio una
respuesta definitiva a la pregunta sobre la resurrección. La verdadera pregunta
de los saduceos no era acerca del matrimonio, sino sobre la doctrina de la
resurrección. Como los saduceos creían únicamente en el Pentateuco, Jesús citó
Éxodo 3.6 para probar que hay vida después de la muerte. Dios se refirió a
Abraham, a Isaac y a Jacob como si aún estuvieran vivos. El pacto de Dios con
cada persona tiene validez más allá de la muerte.
Las
leyes de Dios todas se pueden reducir a dos reglas simples para la vida: amar a
Dios y amar al prójimo.
Jesús
citó el Salmo 110.1 para mostrar que David consideraba que el Mesías sería el
Señor, no solo su hijo. Los líderes religiosos no entendían que el Mesías sería
mucho más que un ser humano descendiente de David; sería Dios mismo en forma de
hombre.
Jesús
de nuevo puso al descubierto los motivos impuros de los líderes religiosos.
Estos no recibían paga y dependían solamente de la hospitalidad de los judíos
devotos. Algunos se valían de esta situación para explotar al pueblo, engañaban
a los pobres en todo lo que podían y se aprovechaban de los ricos. Fingían
espiritualidad para ganar prestigio, reconocimiento y respeto.
Jesús
advirtió contra los maestros religiosos a quienes les encantaba parecer santos
y recibir honores cuando en realidad eran falsos.
El
castigo a los líderes religiosos sería grande porque, como maestros y guías, cargaban
sobre sus hombros la gran responsabilidad de formar la fe de sus discípulos.
En
el templo había varias arcas donde la gente podía echar el dinero, Jesús se
refirió a una pobre viuda que dió más que todos los demás juntos, a pesar de
que su ofrenda fue por mucho la más pequeña.
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