LECTURA
DIARIA:
Marcos
capítulo 5
El
demonio dijo que su nombre era "Legión". Una legión era la unidad más
grande en el ejército romano y consistía entre tres mil y seis mil soldados.
Es
obvio que este hombre no estaba poseído de un solo demonio, sino de muchos. A
menudo, Marcos resalta la sobrenatural lucha entre Jesús y satanás. La meta de
los demonios era, y sigue siendo, controlar a los humanos en los que habitaban;
la meta de Jesús era, y es, la liberación de esas personas del pecado y del
control de satanás.
Los
demonios sabían que no tenían poder sobre Jesús; por eso cuando lo vieron le
rogaron que no los enviara a un lugar distante. Jesús accedió, pero puso fin a
su obra destructiva entre los hombres. Pudo haberlos enviado al infierno, pero
no lo hizo porque la hora del juicio aún no había llegado. Al final, por
supuesto, todos los demonios serán enviados al fuego eterno.
De
acuerdo con la Ley del Antiguo Testamento, los cerdos eran animales
"inmundos". Esto significa que los judíos no los comían y ni siquiera
los tocaban. Este incidente ocurrió al sudeste del mar de Galilea, en la región
de los gadarenos, habitada por gentiles, lo que explica por qué aparece en este
relato un hato de cerdos.
La
gente quiso que Jesús se fuera de allí porque estaban atemorizados de su poder
sobrenatural, poder que parecía incontrolable.
Jesús
le dijo al hombre que fuera a sus amigos y les hablara de su milagrosa sanidad.
Muchas veces Jesús solicitó de quienes recibieron sanidad que no se lo dijeran
a nadie.
Esta
era una región mayormente gentil y pagana, por lo cual Jesús no esperaba que le
siguieran grandes multitudes ni líderes religiosos que se le opusieran. Al
enviar al hombre con estas buenas noticias, Jesús expandía su ministerio a
pueblos gentiles. Este hombre fue un poseído de demonios, pero ahora era un
ejemplo viviente del poder de Jesús. Quiso irse con Jesús, pero Él le dijo que
se fuera a su casa y contara su historia a los suyos.
La
región de las Diez Ciudades, llamada Decápolis, estaba ubicada al sudeste del
mar de Galilea. Diez ciudades, cada una con su gobierno independiente, formaban
una alianza para protegerse y aumentar el comercio. Varios siglos antes las
fundaron mercaderes griegos e inmigrantes. Aunque también había judíos por allí,
eran una minoría. Muchos de estas diez ciudades siguieron a Jesús.
Jesús
cruzó de nuevo el mar de Galilea y tal vez desembarcó en Capernaum. Jairo era
el jefe elegido de la sinagoga local. Muchos jefes de sinagogas estaban
estrechamente vinculados con los fariseos. De ahí que presionaron a algunos
para que no respaldaran a Jesús. El que Jairo se inclinara ante Jesús fue un
acto significativo y quizás cuidadoso de respeto y adoración.
Una
mujer que tenía un mal incurable que le provocaba estar siempre sangrando, lo
que la hacía ritualmente impura, excluyéndola de la mayor parte de sus
relaciones sociales con otros judíos. Estaba desesperada por que Jesús la
sanara, sabía que si lo tocaba, por la Ley judía también lo considerarían
"inmundo". No obstante, lo tocó por fe y sanó.
Jesús
no se enojó con la mujer por haberlo tocado. Sabía que lo había hecho, pero aun
así se detuvo y preguntó quién había sido, para enseñarle algo acerca de la fe.
Aunque la mujer sanó en el mismo momento en que lo tocó, Jesús le dijo que su
fe la había sanado. Fe verdadera significa acción. La fe que no se pone en
acción no es fe.
La
crisis de Jairo lo hizo sentirse confundido, temeroso y sin esperanza. Las
palabras que Jesús le dijo: "No temas. Cree solamente", habían esperanza
y promesa.
Cuando
Jesús llegó a la casa y dijo: "No está muerta, sino duerme". La niña
estaba muerta, pero Jesús usó la imagen del sueño para indicar que su condición
era temporal y que sería restaurada. Jesús toleró la impertinencia de la
multitud porque quería enseñar una importante lección acerca de mantener la
esperanza y la confianza en El.
Jesús
no solo demostró gran poder, sino también una tremenda compasión. Jesús dijo a
los padres de la niña que no divulgaran la noticia del milagro. Quería que los
hechos hablaran por sí solos y el momento no era el más propicio para una
confrontación con los líderes religiosos.
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