LECTURA
DIARIA:
Marcos
capítulo 3
Los
líderes judíos se declararon en contra de Jesús, estaban celosos de su
popularidad, sus milagros y su autoridad al hablar.
Cuando Jesús puso al
descubierto sus verdaderas actitudes, automáticamente se transformaron en
enemigos del Mesías y empezaron a buscar la forma de que la gente también se
volviera en contra suya para detener su creciente popularidad.
Los
fariseos eran un grupo religioso que con celo seguía la Ley del Antiguo
Testamento así como sus tradiciones. Eran respetados en la comunidad, pero
odiaban a Jesús porque se enfrentó a sus orgullosas actitudes y a sus poco
honorables motivaciones. Los herodianos eran un partido político judío que
esperaba restaurar en el trono la línea de Herodes el Grande. Jesús era una
amenaza para ellos porque desafiaba sus ambiciones políticas. Fariseos y
herodianos, por lo general enemigos, unieron sus fuerzas en contra de Jesús
porque este los desenmascaraba y socavaba su poder y reputación.
Jesús
realizó una buena obra, pero los fariseos lo acusaron de quebrantar la Ley que
prohibía brindar atención médica el día de reposo, salvo en casos de vida o
muerte. Irónicamente, los fariseos que acusaban a Jesús de quebrantar el día de
reposo al sanar a alguien, planeaban un asesinato.
Los
demonios sabían que Jesús era el Hijo de Dios, Jesús advirtió a los demonios
que no divulgaran que era el Mesías. La inmensa multitud estaba a la espera de
un líder político y militar que los libertara del yugo de Roma. La enseñanza
recibida decía que el Mesías profetizado en el Antiguo Testamento sería esa
clase de hombre. Jesús quería enseñarle al pueblo la clase de Mesías que era,
tan distinto al de sus expectativas. Su reino es espiritual. Y comenzaría, no
con el derrocamiento de los gobernantes, sino con el derrocamiento del pecado
en los corazones de la gente.
Jesús
estaba rodeado de seguidores, de los cuales escogió a los doce que serían sus
compañeros da cada día. Los discípulos representaban una amplia gama de
trasfondos y experiencias de la vida. La única característica que tenían todos
era su decisión de obedecer y seguir a Jesús.
Muchos
seguían a Jesús, pero los doce recibieron la preparación más intensa. Con las
multitudes presionándolo, Jesús ni siquiera tenía tiempo para comer. De ahí que
sus amigos y familiares viajaron desde Nazaret para llevarlo a su casa.
Pensaban que se había convertido en un fanático religioso. Les preocupaba esta
posibilidad, pero no tomaban en cuenta el propósito de su ministerio. Aun sus
más allegados fueron lentos en comprender su verdadera identidad.
Los
fariseos no podían negar los milagros de Jesús ni su poder sobrenatural.
Negaban, sin embargo, que viniera de Dios, porque de aceptarlo habrían tenido
que reconocer también que era el Mesías. Y su orgullo no les permitió dar ese
paso. Por eso, en un intento por destruir su popularidad entre la gente, lo
acusaron de actuar con el poder de satanás. En la respuesta de Jesús,
versículos 23 al 26, vemos que el argumento de estos líderes judíos no tenía
ningún sentido.
Jesús,
en su condición de Dios, tiene poder sobre satanás; puede echar fuera demonios
y poner fin a sus terribles obras en la vida de la gente.
Rechazar
a propósito la acción del Espíritu Santo es blasfemia porque es rechazar a Dios
mismo. Los dirigentes religiosos acusaron a Jesús de blasfemia, pero
irónicamente blasfemaron cuando cara a cara lo acusaron de estar poseído por satanás.
María
era la madre de Jesús y sus hermanos sin duda eran los hijos que María y José
tuvieron después de Jesús. En el versículo 21, la familia de Jesús no logró
entender a plenitud el ministerio de Jesús. Jesús explicó que nuestra familia
espiritual establece relaciones que en último término pueden ser más
importantes y perdurables que las relaciones formadas en nuestras familias
carnales. Aunque Jesús amaba a su madre y a sus hermanos, también amaba a
quienes lo amaban. Jesús no hacía acepción de personas, sino que concedía a
todos el privilegio de obedecer a Dios y ser parte de su familia.
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