TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Levantándose
de allí, Jesús se fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán;
y se reunieron de nuevo las multitudes junto a Él, y una vez más, como
acostumbraba, les enseñaba.
Y se le
acercaron algunos fariseos, y para ponerle a prueba,
le preguntaban si era lícito a un hombre divorciarse de su mujer. Y
respondiendo El, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés? Y ellos dijeron:
Moisés permitió al hombre escribir carta de divorcio y
repudiarla. Pero Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os
escribió este mandamiento. Pero desde el principio de la creación, Dios los
hizo varón y hembra. Por esta razón el hombre dejara a su padre y a
su madre, y los dos serán una sola carne; por consiguiente, ya no
son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún
hombre lo separe. Y ya en la casa, los discípulos
volvieron a preguntarle sobre esto. Y Él les dijo: Cualquiera
que se divorcie de su mujer y se case con otra, comete adulterio contra
ella; y si ella se divorcia de su marido y se casa con
otro, comete adulterio”. Marcos 10. 1 –
12.
Cuando
Jesús dijo a los fariseos que Dios quería que los esposos se unieran y llegaran
a ser “como una sola persona”, estaba explicando el deseo del Padre de que la
vida conyugal sea un reflejo del amor y la dedicación de Dios a su pueblo.
Posiblemente el ejemplo más dramático de este punto lo encontramos en el Libro de Oseas. Dios quiso que el profeta se casara con una prostituta llamada Gómer. Tras un tiempo de fidelidad, en el cual tuvieron tres hijos, Gómer volvió a su vida de adulterio.
Posiblemente el ejemplo más dramático de este punto lo encontramos en el Libro de Oseas. Dios quiso que el profeta se casara con una prostituta llamada Gómer. Tras un tiempo de fidelidad, en el cual tuvieron tres hijos, Gómer volvió a su vida de adulterio.
Imaginemos
el dolor que debe haber sentido Oseas, primero contra ella por haberlo
traicionado, y luego contra Dios mismo por haberle pedido que se casara con
ella.
Luego, como si fuera poco, Dios le dijo a Oseas que la buscara y la recibiera de nuevo en su casa. A pesar del sufrimiento y el orgullo herido, él la aceptó y le dijo: “Si quieres vivir conmigo, tienes que dejar tu vida antigua.”
Luego, como si fuera poco, Dios le dijo a Oseas que la buscara y la recibiera de nuevo en su casa. A pesar del sufrimiento y el orgullo herido, él la aceptó y le dijo: “Si quieres vivir conmigo, tienes que dejar tu vida antigua.”
Para
la mayoría sería casi imposible hacer lo que hizo el profeta, más aún cuando no
fue ella la que pidió la reconciliación, sino que Dios le mandó que él actuara
primero. Dios le pidió a Oseas que amara a Gómer tanto como él amaba a los
israelitas, que lo habían traicionado para irse tras dioses falsos.
Siglos más tarde, cuando Jesús nos redimió, se cumplieron las palabras de Dios a Oseas.
Siglos más tarde, cuando Jesús nos redimió, se cumplieron las palabras de Dios a Oseas.
Jesús
sabía que si preferimos confiar en los ídolos, sean el dinero, el prestigio o
la autosuficiencia, podemos actuar como
Gómer. Pero Jesús obedeció a Dios, igual que Oseas, y pagó un alto precio para
redimirnos y reconciliarnos con el Padre.
Jesucristo
es nuestro Esposo y se ha comprometido con nosotros con un amor eterno y fiel.
Su “matrimonio” con el ser humano es la unión suprema que Dios ha unido y jamás
podrá separarse.
Lamentablemente
hay muchos que se dejan dominar por “ídolos” modernos que nos alejan de Dios,
como el machismo, el vicio del alcohol, la violencia. ¡Cuidado!
Analicemos
sinceramente cada día si hay algún “ídolo” en nuestra vida que nos separe de
Cristo, si tenemos “otros amores” que Dios nos pida abandonar. No tardemos.
¡Jesús,
el Esposo, nos está esperando sin reproches y con los brazos abiertos!
Dios
les bendiga abundantemente.
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