LECTURA
DIARIA:
Marcos
capítulo 11
Desde
todos los rincones del mundo romano, los judíos iban a Jerusalén durante la
semana de la Pascua, celebración para recordar la salida de Egipto.
Jesús
llegó, no como un rey, sino montado en un asno en el que nunca antes nadie
había montado. A menudo los reyes acudían a la guerra montados en caballos o en
carros, pero Zacarías profetizó que el Mesías vendría en paz sobre un humilde
asno, sobre un pollino hijo de asna. Jesús sabía que quienes lo oyeran enseñar
en el templo volverían a sus casas en cualquier parte del mundo anunciando la
venida del Mesías.
La
gente exclamaba: "¡Hosanna!" (Que significa "¡salva
ahora!").
Veían
en Jesús el cumplimiento de las profecías, pero no entendían la proyección que
tendría el Reino de Cristo.
La
maldición de la higuera fue una parábola escenificada relacionada con la
limpieza del templo. El templo era un lugar de adoración, pero la verdadera
adoración había desaparecido. La higuera prometía frutos, pero no producía
nada. Jesús manifestó su enojo por las vidas religiosas sin fruto.
Las
palabras duras de Jesús connotaban que la nación de Israel era como esta
higuera. Debía dar fruto, pero era espiritualmente estéril.
Jesús
se enojó, pero no pecó. Los cambistas de dinero y los comerciantes hacían
grandes negocios durante la Fiesta de la Pascua. Los que venían de países
extranjeros tenían que cambiar su dinero por la moneda judía, que era la única
aceptada en el templo para cuestiones de impuestos y para comprar animales para
el sacrificio. A menudo, las especulativas tasas en el cambio enriquecían a los
cambistas y los exorbitantes precios de los animales enriquecían a los
comerciantes. Instalaban sus puestos en el atrio de los gentiles en el templo,
con lo que frustraban las intenciones de los gentiles que iban a adorar a Dios.
Jesús se enojó porque la casa de adoración de Dios llegó a ser un lugar de
extorsión y una barrera para que los gentiles ofrecieran su adoración.
Orar
que una montaña sea echada en el mar no tiene nada que ver con la voluntad de
Dios, pero Jesús usó esa figura para enseñar que para Dios es posible hacer lo
imposible. Para orar con eficacia tenemos que tener fe en Dios, no en el objeto
de nuestra petición. Si ponemos nuestra fe en el objeto de nuestra petición, no
tendremos nada cuando se nos niegue lo pedido.
Los
líderes religiosos preguntaron a Jesús quién le dio la autoridad para echar a
los mercaderes y cambistas. Esta pregunta, sin embargo, escondía una trampa. Si
Jesús decía que la autoridad la recibió de Dios, lo acusarían de blasfemia; si
decía que lo hizo con su propia autoridad, lo desacreditarían y lo echarían por
fanático. Para descubrir sus verdaderos propósitos, Jesús atacó la pregunta con
otra acerca de Juan el Bautista. El silencio de los fariseos probó que no les
interesaba en lo más mínimo la verdad. Lo que querían simplemente era librarse
de Jesús porque les socavaba su autoridad.
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