TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Jesús,
lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu
en el desierto por cuarenta días, siendo tentado por el diablo. Y no comió
nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre”. Lucas
4. 1 – 2
El
problema con satanás radica cuando dejamos de ser hijo de ira, de
desobediencia, muertos espiritualmente en nuestros delitos y pecados, y nos
convertimos en amados Hijos de Dios, unidos a Cristo, reconciliados con ÉL y
sellados con SU Espíritu Santo.
Desde
entonces comenzará la batalla, los ataques y dardos envenenados del
enemigo, pero no debemos olvidar que Dios nos ha dado armas Espirituales.
En Efesios 6.13 - 18, el apóstol Pablo dice: “Por tanto, tomad toda la armadura
de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo,
estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y
vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del
evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis
apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la
salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en
todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con
toda perseverancia y súplica por todos los santos”
Y
sobre todo Dios nos ha dejado la victoria (SU VICTORIA) y no solamente somos
vencedores, la Palabra dice que somos Más que Vencedores por medio de
Aquel que nos amó; somos vencedores en Él, en Cristo, fuera de ÉL absolutamente
nada podemos hacer.
En
el bautismo del Señor Jesucristo, vemos el asombro de Juan “El Bautista” que no
termina de comprender que si Jesús debía vivir, y morir por nosotros, siendo
nuestro sustituto en la cruz y nuestro representante en la tierra; ÉL debía
identificarse aún en nuestros pecados, siendo ÉL sin pecado, y por tanto ÉL en
ese sentido no tenía necesidad de bautizarse; pero aun así, lo hizo, como una
identificación hacia nosotros.
La
gran batalla, ya la ganó Cristo, el murió por nuestros pecados, venció la
tentación. Comparado con eso, las pequeñas luchas que enfrentamos cada día las
podemos vencer en Su nombre y con las armas del Espíritu.
Dios
les bendiga abundantemente.
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