LECTURA
DIARIA:
Marcos
capítulo 10
Los
fariseos intentaban atrapar a Jesús con sus preguntas.
Los fariseos veían el
divorcio como un asunto legal más que espiritual. Jesús aprovechó la
oportunidad para hablar del propósito de Dios en cuanto al matrimonio y exponer
los motivos egoístas de los fariseos. No les interesaba lo que Dios quería que
fuera el matrimonio, sino que se casaban por conveniencia. Además, citaban a
Moisés de mala fe y fuera de contexto. Jesús mostró cuán superficial era el
conocimiento de esos legalistas.
Dios
permitió el divorcio como una concesión ante la pecaminosidad de la gente. No
aprobaba, pero lo instituyó para proteger al inocente en medio de una mala
situación. Es lamentable que los fariseos usaran Deuteronomio 24.1 como una excusa
para el divorcio. Jesús explicó que esta no fue la intención de Dios; por el
contrario, Dios quería que la gente que se casaba considerara su matrimonio
como algo permanente.
Las
mujeres se trataban como objetos. El matrimonio y el divorcio se consideraban
como una transacción similar a comprar o vender tierra. Pero Jesús condenó esta
práctica y aclaró la intención original de Dios: que el matrimonio produjera
unidad (Génesis 2:24). Jesús dignificó el ideal de Dios en cuanto al matrimonio
y dijo a sus seguidores que vivieran de acuerdo con él.
A
menudo se criticaba mucho a Jesús por pasar demasiado tiempo con cierto tipo de
personas: niños, recaudadores de impuestos, pecadores, incluso los discípulos,
pensaban que Jesús debía pasar más tiempo con los líderes importantes, porque
era la mejor manera de mejorar su posición y evitar críticas. Pero Jesús no
necesitaba mejorar su posición. Era Dios y anhelaba hablar con los más
necesitados.
Jesús
dijo que todos debemos creer en El con la fe de los niños. No necesitamos
entender todos los misterios del universo; será suficiente saber que Dios nos
ama y nos ha perdonado de nuestros pecados. Esto no significa que debemos ser
niños inmaduros, sino que debemos confiar en Dios con la sencillez y pureza de
un niño.
El
joven que se le acercó, quería estar seguro de poseer la vida eterna y por eso
preguntó cómo lograrla. Dijo que jamás quebrantó ni siquiera una de las leyes
que Jesús le mencionó. Pero Jesús entonces, lleno de amor, le dijo al joven
como un desafío: "Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres". El
dinero representaba su orgullo, el éxito logrado y la autosuficiencia. El joven
no pudo cumplir el requerimiento que Jesús le hizo: entregar corazón y vida a
Dios.
Jesús
manifestó un amor verdadero hacia este hombre, aun sabiendo que no le seguiría.
Jesús
dijo que era muy difícil para un rico entrar en el Reino de Dios, porque el
rico tiene todas sus necesidades básicas resueltas y llega a confiar demasiado
en sí mismo.
Jesús
aseguró a sus discípulos que cualquiera que diera algo de valor por su causa
sería recompensado cien veces más en esta vida.
Jesús
dijo que en el mundo venidero, los valores serán a la inversa. Los que buscan
posiciones e importancia aquí en la tierra, no la tendrán en el cielo. Los que
son humildes serán grandes en el cielo.
Los
discípulos temían lo que les esperaba en Jerusalén, porque Jesús les habló de
enfrentar persecuciones.
La
muerte y resurrección de Jesús no debió sorprender a los discípulos. Les habló
de la resurrección, pero no entendían cómo una persona podía volver a la vida
después de estar muerta. Debido a que Jesús a menudo hablaba por parábolas, es
posible que los discípulos pensaran que sus referencias a la muerte y a la
resurrección eran otra parábola que no entendían.
Marcos
narra que Juan y Jacobo fueron a Jesús con una petición, que se le permitiera
ocupar lugares de honor en el Reino de Cristo. Jacobo y Juan querían lugares de
honor en él. Pero el Reino de Jesús no es de este mundo; no se centra en
palacios ni tronos, sino en los corazones y en las vidas de los creyentes. Los
discípulos no lo entendieron sino hasta después de la resurrección de Jesús.
Jacobo
y Juan dijeron que estaban dispuestos a sufrir toda prueba por Cristo. Jesús no
ridiculizó a Jacobo ni a Juan por su petición, pero la denegó. Jacobo y Juan
apetecían la más alta posición en el Reino de Jesús. Pero Él les dijo que la
verdadera grandeza estaba en servir a otros.
Jesús
iba camino a Jerusalén y, después de pasar por Perea, entró en Jericó. Los
mendigos eran un espectáculo común en muchas ciudades. Debido a que la mayoría
de las ocupaciones de esos días requerían trabajo físico, cualquier paralítico
o impedido estaba en severa desventaja y era obligado a pedir limosna, aunque
la Ley de Dios mandaba cuidar a los necesitados.
La
ceguera se consideraba un castigo de Dios por el pecado; pero Jesús rechazó la
idea cuando se mostró dispuesto a sanar a los ciegos.
"Hijo
de David" era una manera popular de referirse al Mesías, ya que se sabía
que este sería descendiente del rey David. El hecho de que Bartimeo llamara a
Jesús "Hijo de David" demuestra que lo reconoció como Mesías. Su fe
en Dios como Mesías logró su sanidad.
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