TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Luego
fueron a un lugar llamado Getsemaní. Jesús dijo a sus discípulos: Siéntense
aquí, mientras yo voy a orar.
Y se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, y
comenzó a sentirse muy afligido y angustiado. Les dijo: Siento en mi alma
una tristeza de muerte. Quédense ustedes aquí, y permanezcan despiertos. En
seguida Jesús se fue un poco más adelante, se inclinó hasta tocar el suelo con
la frente, y pidió a Dios que, de ser posible, no le llegara ese
momento. En su oración decía: «Abbá, Padre, para ti todo es posible:
líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que
quieres tú.» Luego volvió a donde ellos estaban, y los encontró dormidos.
Le dijo a Pedro: Simón, ¿estás durmiendo? ¿Ni siquiera una hora pudiste mantenerte
despierto? Manténganse despiertos y oren, para que no caigan en
tentación. Ustedes tienen buena voluntad, pero son débiles. Se fue otra vez, y
oró repitiendo las mismas palabras. Cuando volvió, encontró otra vez
dormidos a los discípulos, porque sus ojos se les cerraban de sueño. Y no
sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez, y les dijo: ¿Siguen
ustedes durmiendo y descansando? Ya basta, ha llegado la hora en que el Hijo
del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. Levántense,
vámonos; ya se acerca el que me traiciona”.
Marcos
14. 32 – 42.
Jesús
dijo a sus apóstoles: “Siento en mi alma una tristeza de muerte… quédense
ustedes aquí, y permanezcan despiertos” (Marcos 14. 34) y hoy nos lo dice
también a nosotros.
Al
crearnos, Dios quiso que tuviéramos una íntima comunión consigo, pero en el
Jardín del Edén, el cumplimiento del deseo divino quedó frustrado porque el
hombre decidió desobedecer a su Creador. Más tarde, en el huerto de Getsemaní,
Jesús pidió que si era posible cumplir la voluntad de Dios sin beber la copa
del sufrimiento, que así fuera, pero siendo perfectamente obediente, sumiso y
unido al Padre, añadió: “Padre… que no se haga lo que yo quiero, sino lo que
quieres tú” (Marcos 14. 36).
Cristo
aceptó la decisión del Padre. Por nuestra parte, si permanecemos en Cristo y
deseamos de todo corazón cumplir la voluntad del Padre, también recibiremos
respuesta a todas nuestras oraciones. Jesús dijo “no se haga lo que yo quiero”,
y por eso nos puede decir “Si ustedes permanecen unidos a mí… pidan lo que quieran
y se les dará” (Juan 15. 7)
La
condición para recibir respuestas a la oración es permanecer unidos a Cristo y
nutrirse de Sus palabras, porque aceptar
la voluntad de Dios es aceptar a Dios mismo.
Hoy
y todos los días, debemos mantenernos unidos a Jesús.
Seamos
uno con Cristo y conozcamos la bendición de obedecer la voluntad de Dios.
Entonces,
en toda circunstancia, podrás decir, “Padre, no se haga lo que yo quiero, sino
lo que quieres tú.”
Dios
les bendiga abundantemente.
hermosa reflexion.
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