sábado, 2 de febrero de 2019

Leyendo... Mateo capítulo 26



LECTURA DIARIA:
Mateo capítulo 26

La “Pascua” era la celebración de la liberación de los israelitas de Egipto bajo el mando de Moisés.

Los miembros del Sanedrín habían intentado en distintas maneras deshacerse de Jesús. Nada había dado resultado. Decidieron tomarlo por engaño, pero no sabían exactamente cómo lo harían hasta que se presentó Judas.
El perfume era muy apreciado por los orientales. Su uso es importante, y se hacía de diversas maneras. La mujer que se acercó a Jesús traía un frasco de alabastro, lo que significa que el frasco probablemente era de piedra marmórea, especial para guardar el perfume. Tanto el frasco como el contenido eran de alto precio. El perfume que ungió la cabeza de Jesús responde también a la unción que se le hacía a un rey digno. Pero por la expresión de Jesús esto indicaba algo más: la mujer del perfume estaba anticipando de modo fehaciente la muerte del Mesías.
Los discípulos se indignaron, pero fue Judas que tuvo la idea de vender el ungüento a gran precio y darlo a los pobres (Juan 12.5). Jesús aprueba la acción y anuncia que ese acto formaría parte del evangelio que sería predicado en todo el mundo.
La acción de María se ubica en contraste con la actitud traicionera de Judas. Si el acto de María fue el más elevado de amor y fe, el de Judas es el más oscuro de traición.
Tan pronto como concretó el arreglo con los sacerdotes, Judas buscaba la oportunidad para llevar a cabo el acto de traición.
Durante la celebración de la cena pascual, Jesús anuncia solemnemente que uno de los doce le iba a entregar a muerte.
Judas hace la misma pregunta que los otros hicieron antes, si sería él el que lo entregaría. La frase de Jesús, tú lo has dicho, que equivale a una contestación afirmativa.
La Cena testifica de una muerte cruel y en sacrificio, pero termina con una nota triunfante; con una promesa de victoria sobre la muerte, victoria para su reino en el fin de los siglos.
Después de eso salieron al monte de los Olivos, Jesús predice que sus discípulos, sin excepción, se escandalizarían de él esa misma noche y que Pedro le negaría.
Pedro se sentía demasiado fuerte, como para resistir toda tentación, o prueba, estaba negando que se cumpliría la profecía de Jesús en cuanto a él. En respuesta, Jesús le dice que Pedro lo negaría no una vez, sino tres veces, esa misma noche antes que el gallo cantara.
Cerca de la medianoche, el pequeño grupo de discípulos, guiado por Jesús, llegó al huerto de Getsemaní, lugar donde Jesús acostumbraba orar.
El Señor dejó a ocho de los discípulos en la entrada del huerto y llevó a Pedro, Juan y Jacobo más adelante. La plena humanidad de Jesús se deja ver en las emociones que manifestó y por el deseo de tener a su lado a los tres amigos más allegados para acompañarlo en su hora de crisis. Entonces comenzó a exteriorizar lo que había llevado en su corazón durante meses: una profunda tristeza y angustia de alma.
En la agonía de este momento, como en la tentación después del bautismo, Jesús se somete a la voluntad del Padre. La copa se refiere a la muerte.
Jesús sabía que estaba cerca el que “estaba entregándole”. Habrá sido uno de los momentos más tristes para Jesús que uno de los doce que él había escogido, uno que había caminado a su lado durante tres años, lo entregara.
Jesús rechazó el uso de armas para defenderse. La sombra de la cruz se extendía sobre Jesús. El hecho de estar íntimamente asociado con él traería sus consecuencias peligrosas. Por eso, el temor se apoderó de los once seguidores y por el momento, dejaron de ser seguidores de cerca.
Jesús inició el último día de su vida terrena en estas circunstancias: Arrestado en el huerto de Getsemaní por los soldados del sumo sacerdote y abandonado por sus discípulos.
El primer juicio fue informal, realizado ante Anás, ex sumo sacerdote y suegro de Caifás. El segundo juicio, relatado en detalle por Mateo, tuvo lugar ante Caifás, el sumo sacerdote reconocido por los romanos.
El hecho de “buscar” testigos estaba en contra del espíritu de la ley. Procurar testigos falsos merecía la pena de muerte. El Sanedrín estaba ya reunido cuando llegaron los soldados con Jesús. Ante las acusaciones, Jesús guardó silencio.
Solamente cuando Caifás le puso bajo juramento, respondió. El silencio en ese momento hubiera significado negación. El pretender ser el Hijo de Dios podría considerarse una blasfemia. La contestación de Jesús es: Tú dijiste.
Caifás entendió que las palabras de Jesús eran suficientes como para condenarlo, sin contar con el testimonio de los falsos testigos. Sin embargo, lo que Jesús dijo no era en realidad una blasfemia, pues no habló en contra de Dios. Es una evidencia más que indica que el sumo sacerdote estaba dispuesto a usar cualquier pretexto para condenar a muerte a Jesús.
Pedro tenía una gran curiosidad de “ver cómo terminaba aquello”, o sea, el juicio ante el sumo sacerdote. Sin embargo, no quiso identificarse con Jesús; por eso le seguía de lejos hasta el patio de la casa del sumo sacerdote.
Mateo describe las tres acusaciones y negaciones de Pedro.
Pedro no sólo seguía de lejos a Jesús, sino también su conducta indica que estaba muy lejos, espiritualmente, de Jesús. Tal como Jesús había anunciado, el gallo cantó en seguida de la tercera negación de Pedro. Al recordar las palabras de Jesús sobre su negación Pedro lloró amargamente.

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