LECTURA
DIARIA:
Mateo
capítulo 26
La
“Pascua” era la celebración de la liberación de los israelitas de Egipto bajo
el mando de Moisés.
Los
miembros del Sanedrín habían intentado en distintas maneras deshacerse de Jesús.
Nada había dado resultado. Decidieron tomarlo por engaño, pero no sabían
exactamente cómo lo harían hasta que se presentó Judas.
El
perfume era muy apreciado por los orientales. Su uso es importante, y se hacía
de diversas maneras. La mujer que se acercó a Jesús traía un frasco de alabastro,
lo que significa que el frasco probablemente era de piedra marmórea, especial
para guardar el perfume. Tanto el frasco como el contenido eran de alto precio.
El perfume que ungió la cabeza de Jesús responde también a la unción que se le
hacía a un rey digno. Pero por la expresión de Jesús esto indicaba algo más: la
mujer del perfume estaba anticipando de modo fehaciente la muerte del Mesías.
Los discípulos
se indignaron, pero fue Judas que tuvo la idea de vender el ungüento a gran
precio y darlo a los pobres (Juan 12.5). Jesús aprueba la acción y anuncia que
ese acto formaría parte del evangelio que sería predicado en todo el mundo.
La
acción de María se ubica en contraste con la actitud traicionera de Judas. Si
el acto de María fue el más elevado de amor y fe, el de Judas es el más oscuro
de traición.
Tan
pronto como concretó el arreglo con los sacerdotes, Judas buscaba la
oportunidad para llevar a cabo el acto de traición.
Durante
la celebración de la cena pascual, Jesús anuncia solemnemente que uno de los
doce le iba a entregar a muerte.
Judas
hace la misma pregunta que los otros hicieron antes, si sería él el que lo
entregaría. La frase de Jesús, tú lo has dicho, que equivale a una contestación
afirmativa.
La
Cena testifica de una muerte cruel y en sacrificio, pero termina con una nota
triunfante; con una promesa de victoria sobre la muerte, victoria para su reino
en el fin de los siglos.
Después
de eso salieron al monte de los Olivos, Jesús predice que sus discípulos, sin
excepción, se escandalizarían de él esa misma noche y que Pedro le negaría.
Pedro
se sentía demasiado fuerte, como para resistir toda tentación, o prueba, estaba
negando que se cumpliría la profecía de Jesús en cuanto a él. En respuesta,
Jesús le dice que Pedro lo negaría no una vez, sino tres veces, esa misma noche
antes que el gallo cantara.
Cerca
de la medianoche, el pequeño grupo de discípulos, guiado por Jesús, llegó al
huerto de Getsemaní, lugar donde Jesús acostumbraba orar.
El
Señor dejó a ocho de los discípulos en la entrada del huerto y llevó a Pedro,
Juan y Jacobo más adelante. La plena humanidad de Jesús se deja ver en las
emociones que manifestó y por el deseo de tener a su lado a los tres amigos más
allegados para acompañarlo en su hora de crisis. Entonces comenzó a
exteriorizar lo que había llevado en su corazón durante meses: una profunda tristeza
y angustia de alma.
En
la agonía de este momento, como en la tentación después del bautismo, Jesús se
somete a la voluntad del Padre. La copa se refiere a la muerte.
Jesús
sabía que estaba cerca el que “estaba entregándole”. Habrá sido uno de los
momentos más tristes para Jesús que uno de los doce que él había escogido, uno
que había caminado a su lado durante tres años, lo entregara.
Jesús
rechazó el uso de armas para defenderse. La sombra de la cruz se extendía sobre
Jesús. El hecho de estar íntimamente asociado con él traería sus consecuencias
peligrosas. Por eso, el temor se apoderó de los once seguidores y por el
momento, dejaron de ser seguidores de cerca.
Jesús
inició el último día de su vida terrena en estas circunstancias: Arrestado en
el huerto de Getsemaní por los soldados del sumo sacerdote y abandonado por sus
discípulos.
El
primer juicio fue informal, realizado ante Anás, ex sumo sacerdote y suegro de
Caifás. El segundo juicio, relatado en detalle por Mateo, tuvo lugar ante
Caifás, el sumo sacerdote reconocido por los romanos.
El
hecho de “buscar” testigos estaba en contra del espíritu de la ley. Procurar
testigos falsos merecía la pena de muerte. El Sanedrín estaba ya reunido cuando
llegaron los soldados con Jesús. Ante las acusaciones, Jesús guardó silencio.
Solamente
cuando Caifás le puso bajo juramento, respondió. El silencio en ese momento
hubiera significado negación. El pretender ser el Hijo de Dios podría
considerarse una blasfemia. La contestación de Jesús es: Tú dijiste.
Caifás
entendió que las palabras de Jesús eran suficientes como para condenarlo, sin
contar con el testimonio de los falsos testigos. Sin embargo, lo que Jesús dijo
no era en realidad una blasfemia, pues no habló en contra de Dios. Es una
evidencia más que indica que el sumo sacerdote estaba dispuesto a usar
cualquier pretexto para condenar a muerte a Jesús.
Pedro
tenía una gran curiosidad de “ver cómo terminaba aquello”, o sea, el juicio
ante el sumo sacerdote. Sin embargo, no quiso identificarse con Jesús; por eso
le seguía de lejos hasta el patio de la casa del sumo sacerdote.
Mateo
describe las tres acusaciones y negaciones de Pedro.
Pedro
no sólo seguía de lejos a Jesús, sino también su conducta indica que estaba muy
lejos, espiritualmente, de Jesús. Tal como Jesús había anunciado, el gallo
cantó en seguida de la tercera negación de Pedro. Al recordar las palabras de
Jesús sobre su negación Pedro lloró amargamente.
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