martes, 12 de febrero de 2019

Leyendo... Marcos capítulo 7



LECTURA DIARIA:
Marcos capítulo 7

Los líderes religiosos enviaron investigadores desde Jerusalén para que observaran a Jesús. No les gustó lo que encontraron, porque Jesús los increpó por guardar la Ley para parecer santos y no para honrar a Dios.

Antes de cada comida, los judíos devotos llevaban a cabo una breve ceremonia, lavándose manos y brazos de cierta manera. Para ellos era un símbolo de que estaban limpios de cualquier contacto que pudieran haber tenido con alguna cosa considerada impura. Jesús dijo que los fariseos estaban equivocados al pensar que serían aceptos a Dios solo porque se lavaban por fuera.  
Jesús llamó a los fariseos hipócritas porque adoraban a Dios no porque lo amaran, sino porque les beneficiaba, los hacía parecer santos y fortalecía su posición social en la comunidad.
Los fariseos agregaron cientos de sus reglas y regulaciones insignificantes a las santas leyes de Dios, y trataban de forzar a la gente a que las obedecieran.
Los fariseos usaban a Dios como excusa para no ayudar a sus familiares, sobre todo a sus padres. Creían que era más importante dar dinero al templo que ayudar a los padres necesitados, no obstante que la Ley de Dios dice específicamente que debemos honrar a padre y madre (Éxodo 20.12).
Según interpretaban las leyes sobre la comida (Levítico 11), los judíos creían que podían ser puros delante de Dios por lo que dejaban de comer. Pero Jesús dijo que el pecado comienza en las actitudes y en las intenciones de la persona. No abrogó la ley, sino que pavimentó el camino para el cambio aclarado en Hechos 10.9-29 cuando Dios quitó las restricciones culturales respecto a la comida.
Jesús viajó unos 45 km hasta Tiro y de ahí fue a Sidón. Eran dos ciudades portuarias del Mediterráneo, al norte de Israel. Ambas poseían un floreciente comercio y eran prósperas pero en medio de una cultura materialista y pecaminosa, ahí Jesús llevó su mensaje. Es interesante que enfatizara la importancia de la pureza interna, precisamente antes de visitar Tiro.
Allí una mujer sirofenicia le pide a Jesús que libere a su hija de demonios. Jesús con su respuesta trata de explicar que su prioridad era alimentar a los hijos (enseñar a sus discípulos). La mujer no discutió. Usando los términos que Jesús escogió, declaró que estaba dispuesta a que la consideraran una interrupción mientras recibiera la bendición de Dios para su hija.
Este milagro muestra que el poder de Jesús sobre los demonios es tan grande que El no necesita estar presente físicamente para liberar a alguien. Su poder trasciende las distancias.
 Jesús le pidió a la gente que no divulgara la noticia de su sanidad porque Él no quería que lo vieran simplemente como alguien que hacía milagros. No quería que la gente perdiera su verdadero mensaje.
Jesús se ocupa tanto de nuestras necesidades físicas como de nuestras necesidades espirituales.
Jesús sana al ciego de Betsaida, se aseguró de restaurar por completo la vista de este hombre.

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