LECTURA
DIARIA:
Marcos
capítulo 2
La
necesidad del paralítico movió a sus amigos a la acción y lo llevaron a Jesús.
En
lugar de decirle al paralítico: "Estás sano", Jesús le dijo:
"Tus pecados te son perdonados". Para los líderes judíos era una
blasfemia pretender hacer algo que solo Dios podía hacer. De acuerdo a la Ley
judía, este pecado merecía la muerte. Los líderes religiosos entendieron muy
bien que Jesús afirmaba que era el Mesías, pero el juicio que emitieron fue
erróneo. Jesús no blasfemó, porque lo que dijo era cierto. Jesús es Dios y lo demostró
sanando al paralítico.
El
versículo 10 es la primera vez en Marcos que Jesús se refiere a sí mismo como
el "Hijo del Hombre". El título Hijo del Hombre enfatiza que es
totalmente hombre, mientras que Hijo de Dios enfatiza que es totalmente Dios.
Como Hijo de Dios, Jesús tiene la autoridad de perdonar pecados. Como hombre,
puede identificarse con nuestras profundas necesidades y sufrimientos y
ayudarnos a vencer el pecado.
Capernaum
era un centro militar clave para las tropas romanas, así como una floreciente
comunidad comercial. Varios caminos de importancia se cruzaban en Capernaum y
por ellos pasaban los comerciantes que viajaban a Egipto, en el sur, o a
Mesopotamia, en el norte. Leví (Mateo) era un judío nombrado por los romanos
para recolectar impuestos en aquella zona. El sistema establecía que estos
funcionarios podían quedarse con un porcentaje de los impuestos que cobraban,
pero se quedaban con mucho más, con lo que se enriquecían desmesuradamente. Los
judíos odiaban a los cobradores de impuestos por su fama de estafadores y por
estar al servicio de Roma. El día que Leví se encontró con Jesús, organizó una
reunión en su casa para presentarlo. "Esa chusma", decían los
fariseos para describir a la gente con la que Jesús comía. Pero la asociación
de Jesús con los pecadores obedecía a que los amaba y a que sabía que necesitaban
lo que tenía que decirles. Le dedicó tiempo a quien necesitaba o quería
escuchar su mensaje: pobres, ricos, malos, buenos.
Juan
tenía dos propósitos: hacer que la gente se arrepintiera de sus pecados y
prepararla para la venida de Cristo. Este fue un tiempo de seria reflexión que
incluía ayuno, señal externa de humillación y pena por el pecado. Los
discípulos de Jesús no necesitaban ayunar en preparación para su venida, porque
Él estaba con ellos. Jesús, sin embargo, no condena el ayuno. El mismo ayunó
cuarenta días. Pero enfatiza el ayuno con buen propósito. Los fariseos ayunaban
dos veces a la semana para mostrar cuán santos eran. Jesús explicó que el que
ayuna solamente para impresionar a otros lo hace por gusto.
Jesús
se comparó a sí mismo con un esposo porque en el Antiguo Testamento el término
equivalente a esposa se aplica a menudo a Israel y esposo a Dios que ama a
Israel.
Un
odre era una piel de cabra cocida por los bordes para formar una bolsa
hermética. El vino nuevo, al fermentar con el tiempo, hace que el odre se
estire. El vino nuevo, sin embargo, no puede ponerse en un odre estirado porque
la piel demasiado rígida se rompe. Los fariseos eran tan rígidos como aquellos
viejos odres. No podían aceptar que la fe en Jesús no fuera restringida ni
limitada a ideas o reglas de hombres.
La
Ley decía que los agricultores judíos tenían que dejar sin segar las esquinas y
los lados de las porciones de tierra que sembraron para que los viajeros y los
pobres lo tomaran y comieran. Jesús, al caminar junto al sembrado, no violaba
la propiedad privada, pues comía del trigo dejado para ese propósito.
Los
fariseos creían que Jesús y sus discípulos, al arrancar las espigas y frotarlas
en sus manos para limpiar el trigo, cosechaban. Pero era evidente que Jesús y
sus discípulos no arrancaban el trigo por lucro, sino que buscaban algo de
comer.
Los
dirigentes religiosos judíos estaban tan enredados en sus leyes que perdieron
de vista lo que era bueno y correcto.
Jesús
usó el ejemplo del rey David para señalar lo ridículas que eran las acusaciones
de los fariseos. Jesús dijo que Dios estableció el día de reposo para nuestro
beneficio, no para el suyo. Dios no se beneficia con que descansemos el día de
reposo, pero al descansar y concentrarnos en Dios, nos recuperamos física y
espiritualmente. Para los fariseos, las leyes sabáticas llegaron a ser más
importantes que el propósito mismo del día de reposo.
Hermoso
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