EL
ARTE DE SABER HABLAR
Una
de las cosas que los padres más anhelan con sus hijos recién nacidos es que
digan “papá, o mamá” o mejor dicho que comiencen a hablar. Todo lo contrario
pasa, es muy triste y doloroso para un padre al saber que su recién nacido,
nace con la discapacidad del lenguaje. El “habla” o el “hablar” es una parte
indispensable en el desarrollo normal del ser humano.
Hay
dos grandes extremos en cuando a hablar, por un lado existen personas que no
pueden vivir sin hablar, y hablan tanto que no dejan que los demás hablen.
Popularmente se ha llamado a estas personas, los que hablan hasta por los
codos, o parecen loros.
En
el otro extremo están los que se necesita una grúa para hacerlos hablar, pues
hablan solo lo necesario, “si” “no” “tal vez” “es posible” “cierto” “bien”
“mal” etc. Necesita contestar, explicar, detallar, ampliar con palabras, pero
sencillamente no dice nada, dicen que son de pocas palabras.
Ante
estos dos poderosos extremos, se encuentran los impacientes, desesperados o los
sabios, pacientes y buenos comunicadores, que saben hablar lo que se debe
hablar y en la mejor manera que se espera que se hable. Unas personas atribuyen
el poco o mucho habla al temperamento o al carácter. En este caso, muchos se
desesperan, se impacientan y hasta se enojan al ver a las personas que no
hablan, no reaccionan, no dicen nada cuando es necesario que lo hagan. Pero hay
personas que se mantienen tranquilos, entienden, proceden con sabiduría y
hablan correctamente a pesar del silencio de los demás.
El
libro de Proverbios tiene muchos textos con respecto al acto de hablar, que no
es simplemente hablar o decir palabras y palabras.
Por
ejemplo, Proverbios 10.18 – 21: “El que encubre el odio es de labios
mentirosos; y el que propaga calumnia es necio. En las muchas palabras no
falta pecado; más el que refrena sus labios es prudente. Plata escogida es la
lengua del justo; más el corazón de los impíos es como nada. Los labios
del justo apacientan a muchos, más los necios mueren por falta de entendimiento”.
Estos versículos presentan algunos principios acerca de cómo saber hablar,
descartando el concepto que hablar es decir palabras, responder a una pregunta,
o no quedarse callado.
El
no decir palabra alguna cuando es necesario decirla, es no decir la verdad.
Guardar un sentimiento de odio con tal de no reconocerlo, expresarlo,
confesarlo es considerado, labios mentirosos y necio el que habla lo que no
debe hablar. Otro principio digno de tomar en cuenta esta en el versículo 19,
quien habla demasiado corre el peligro de hablar lo que no debe hablar, hablar
de más, y esto puede convertirse o en calumnia, falso testimonio, hablar de la
gente, u ofender a alguien, y eso es pecado. El que refrena, o sabe detener sus
palabras o cerrar sus labios cuando es tentado a hablar, pero es necesario
callar, es sabio y prudente.
Finalmente,
en los versículos 20 y 21 compara la lengua del justo con la plata escogida.
Una persona justa habla lo que debe hablar, habla lo que la gente necesita
escuchar, habla solo lo que sabe que ayuda a los demás, ayuda a su edificación.
Dice la verdad, habla con la verdad, confronta con la verdad, pero lo hace con
sabiduría, tacto, y amor. Lo opuesto es la lengua del impío, habla sin
miramiento, habla descuidadamente, habla sin sensibilidad, habla sin
precaución, habla sin amor. Resultado de este tipo de hablar es ofensa, golpea,
lastima y hasta divide.
Por
lo tanto, lo que debe regir nuestro hablar debe ser la sabiduría que DIOS nos
da, hablar basado en la Palabra de DIOS, hablar controlados por el Espíritu
Santo, hablar saturados del amor de DIOS.
Antes
de hablar, pensemos lo que vamos a decir, mientras hablamos digamos las
palabras con sabiduría, amor y propósito, después que hemos hablado aprendamos
a escuchar lo que nos dicen los que nos escucharon. No es el mejor comunicador
el que habla mucho, ni el que habla poco, sino el que dice lo que debe decir en
la manera como lo debe decir y en el momento que las debe decir.
Hablemos
lo que agrada a DIOS, hablemos lo que ayuda a los demás, hablemos lo que es
coherente con nuestra identidad de hijos de DIOS, hablemos bien.
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