LECTURA
DIARIA:
Isaías
capítulo 14
Israel
retornará de Babilonia a su propia tierra para continuar siendo el instrumento
de Jehová.
Un
tema notable en Isaías es que los extranjeros (no israelitas) se unirían a los
israelitas en su regreso. La intención de Dios era que a través de su pueblo
fiel, el mundo entero recibiera bendición. Todo el mundo podría ser salvo por
Cristo, a través de la familia de David.
«¡Cómo
acabó el opresor! ¡Cómo ha acabado la ciudad codiciosa de oro!
Tras
la restauración de Israel, esta canción sería entonada contra Babilonia.
El
rey de Babilonia simboliza no solamente a un gobernante específico, aunque no
identificado (quizás Sargón), sino a todos los impíos y sus príncipes.
La
ciudad y el imperio histórico serían destruidos para siempre. Babilonia también
se ha usado como una ilustración de los que se oponen a Dios. Por lo tanto, al
final de los tiempos, se destruirán a todos los que se opongan a Dios y el mal
se quitará para siempre de la tierra.
El
poder es transitorio. Dios permitió que Babilonia tuviera poder temporal con un
propósito especial: castigar a su pueblo desobediente. Una vez cumplido el
propósito, también terminó el poder.
Satanás
fue un ángel llamado Lucero o Lucifer, que enamorado de su propia belleza, cayó
en el orgullo y en una sobrestimación de sí mismo. Su rebelión se manifiesta en
cinco acciones dirigidas contra Dios. En cinco frases declara que tomará el
lugar del Altísimo. Pero los versículos 15-20 revelan que a Dios pertenece la
última palabra.
El
pecado fundamental de Lucero (o Lucifer) fue su ilimitada ambición, su deseo de
ser igual o estar por encima del Altísimo.
El
pecado de satanás y Babilonia fue la soberbia. Común a estos tres puntos de
vista es la verdad de que la soberbia está en contra de Dios y tendrá como
resultado su castigo.
Isaías
recibió este mensaje de Dios en 715 a.C., el año en que murió el rey Acaz de
Judá. «La vara del que te hería» no fue Acaz sino Salmanasar
Los
filisteos aparentemente ofrecieron concertar una coalición contra Asiria.
Isaías había advertido contra tales alianzas externas.
Este
capítulo se refiere a un fenómeno histórico religioso, en cierto sentido nuevo,
que tiene que ver con una considerable cantidad de babilonios que se
convirtieron al judaísmo mientras los judíos permanecieron cautivos en
Babilonia. Ellos optaron por compartir el destino de Israel, aunque el profeta
todavía no logra esconder su rencor contra ellos. A este fenómeno también se
refiere la segunda parte de Isaías, aunque en términos más positivos.
El
juicio contra Babilonia se vislumbra como un día sombrío, como el mismo día de
Jehová. Ante la cercanía de ese día se contempla un éxodo masivo de Babilonia,
hasta el punto de que la gente que quede en ella sea tan poca como el oro,
considerado caro por su rareza.
Se
vislumbra la total destrucción de Babilonia por mano de los medos. Aunque las
cosas no sucedieron así inmediatamente después de la caída de Babilonia, porque
a la verdad la ciudad no fue destruida como esperaba el profeta, esta profecía
expresa el fuerte sentimiento de amargura contra Babilonia que se cobijaba en
el fondo del corazón de los judíos del cautiverio. Con el paso de los siglos
Babilonia sí tuvo el final profetizado, tras ser destruida por Seleuco Nicator,
rey de Siria, en el año 312 a. de J.C. Habían transcurrido en el intervalo el
apogeo y la decadencia del imperio persa y del imperio macedónico.
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