domingo, 1 de abril de 2018

Leyendo... Eclesiastés 9




LECTURA DIARIA:
Eclesiastés 9

Todo se recibe de Dios.
Lo mismo acontece a todos. La referencia es a los males comunes que padece la humanidad. Así como el sol sale para todos, también las tempestades, las pestes y los terremotos vienen sobre todos. Que haya excepciones no es algo que motive la preocupación del sabio. Precisamente el Predicador discute esa forma de pensamiento, aunque posiblemente diría que el justo que sufre cuenta con Dios, incluso en su sufrimiento, cosa que el impío no puede hacer.

Cuando Salomón dice que los muertos no saben nada y que no hay trabajo, ni planificación, ni conocimiento, ni entendimiento en la muerte, no está contrastando la vida con la vida después de la muerte, sino la vida con la muerte. Una vez que usted muere, no puede cambiar lo que ha hecho. La resurrección a una nueva vida después de la muerte era un concepto vago para los creyentes en la época del Antiguo Testamento. Sólo quedó claro después de que Jesús se levantó de los muertos.
Considerando las incertidumbres del futuro y la certeza de la muerte, Salomón recomienda disfrutar la vida como un regalo de Dios. Quizá pudo haber estado criticando a quienes posponen todos los placeres por acumular riquezas. Salomón pregunta: “¿De qué valen las riquezas?” Es importante disfrutar de los regalos de Dios mientras podamos, porque el futuro es muy incierto.
No es difícil pensar en casos donde el más rápido o el más fuerte no gana, el sabio pasa hambre y los inteligentes no son recompensados con riqueza ni honor. Cuando se ven casos así, la gente dice que la vida es injusta, y tienen razón. El mundo es finito y el pecado ha torcido la vida, haciendo de ella todo lo contrario a lo que es el propósito de Dios. Salomón está tratando de reducir nuestras expectativas.
El libro de Proverbios enfatiza cómo sería la vida si todos actuáramos con justicia. Eclesiastés explica lo que sucede a menudo en nuestro mundo imperfecto y pecaminoso. Debemos mantener nuestra perspectiva.
El hombre tampoco conoce su tiempo (v. 12). No se refiere aquí, como algunos interpretan, al tiempo de su muerte, sino como en el versículo anterior, al hecho de que se le escapa la oportunidad.
El Predicador recuerda un incidente en el cual hubo una lucha entre el prestigio (un gran rey) y la insignificancia (ciudad pequeña), entre la fuerza (grandes torres de asedio) y la debilidad (ciudad pequeña). El incidente preciso no se conoce, pero era similar a los hechos en Jueces 9.50-55 y 2 de Samuel 20.15-22.
La última oración del v. 15 significaría que nadie se acordó del hombre pobre después que dio su ayuda. No obstante, la línea puede ser traducida “él pudo haber librado la ciudad con su sabiduría”. Esto concuerda con el v. 16: las humildes circunstancias de la persona pobre están en su contra y su sabiduría es desoída. Pero éste no es un llamado a que abandonemos a la sabiduría como inútil, sino más bien a perseverar en su luz y dejar a Dios el resultado.
Nuestra sociedad sitúa la riqueza, la belleza física y el éxito por encima de la sabiduría. Sin embargo, la sabiduría es un bien mayor que la fortaleza, a pesar de que con frecuencia las masas no lo reconocen. Aun cuando es más efectiva, no siempre se escucha a la sabiduría, y los sabios con frecuencia pasan desapercibidos.
Los versículos 17 y 18 contienen dos observaciones, mejor los consejos del sabio, fuesen o no requeridos y escuchados, que los gritos de quienes defendían la ciudad.

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