LECTURA DIARIA:
Isaías
capítulo 16
Atacados
por los asirios, los refugiados moabitas huirían a Sela, ubicada en la nación
de Edom hacia el sur. Los moabitas en su desesperación enviarían un tributo de
corderos a Jerusalén pidiendo la protección de Judá. Jerusalén sería un buen
refugio por un tiempo. Isaías aconsejó a Judá que aceptará a estos refugiados
como una señal de compasión en el momento devastador de su enemigo.
Un
momento de gran gozo en los viñedos era pisar las uvas (extraer el zumo de las
uvas al pisarlas con los pies descalzos) que se realizaba durante la temporada
de cosecha. Sin embargo, el gozo de la cosecha pronto terminaría, debido a que
olvidaron a Dios y se rebelaron en su contra.
Cuando
el pueblo de Moab experimentó la ira de Dios, buscó a sus propios ídolos y
dioses. Nada sucedió, sin embargo, porque no contaron con alguien que los
salvara.
La
profecía de Isaías del versículo 14 se cumplió poco después de pronunciada.
Aunque Dios los castigó, su misericordia salvó un remanente moabita.
A
diferencia de otras profecías de Isaías contra los países limítrofes de Judá,
esta profecía acerca de Moab expresa compasión por su destino: “Mi corazón da
gritos por Moab”. En 16:11 dice: Mis entrañas gimen como un arpa por Moab…
El
profeta vislumbra que los moabitas, a pesar de su larga historia de arrogancia
y de hostilidad contra Judá e Israel, acudirían a buscar refugio en Judá,
enviando allá como en el pasado un tributo de sumisión.
Los
habitantes de Moab, como parientes de los israelitas, adquieren figuración con
la persona de Rut, aquella mujer que en lealtad filial a Noemí, decide regresar
con ella a los campos de Judá. Ella tuvo participación en la fundación de la
casa de David el famoso rey de Israel.
Las
profecías lanzadas contra Moab por Isaías, se debían a los persistentes ataques
que los habitantes de Judá recibían de éstos.
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