LECTURA
DIARIA:
Isaías
capítulo 8
Isaías
vuelve al tema del juicio contra Siria e Israel. Por medio de una biografía
profética, el Señor hace énfasis en que Asiria pondrá fin al asedio de Judá.
Dos
testigos se requerían según la ley. Parece que Urías era el jefe de los
sacerdotes, y Zacarías el suegro del rey Acaz, el cual representaba a la alta
jerarquía.
Isaías
se unió a una profetiza, por lo que se convirtió en mujer de Isaías. El nombre
que se le puso al primer hijo constituía una profecía de que pronto Asiria
saquearía a Siria e Israel, enemigos de Judá.
Los
versículos siguientes predicen la caída de Siria e Israel. Siria cayó ante
Asiria en 732 a.C. e Israel la siguió en el año 722 a.C. Isaías colocó su
mensaje en una tabla en un lugar público con letras grandes para que todos lo
leyeran. Dios quería advertir a todo su pueblo.
Debido
a que Judá rechazó la protección amorosa de Dios al buscar la ayuda de otras
naciones, Dios la castigaría. Vemos dos atributos distintos de Dios: amor e
ira. Olvidar su amor y dirección trae como resultado el pecado y provoca su
ira.
A
pesar del juicio que ha emitido, Dios advierte a las naciones, aun a aquellas
que como Asiria fueron utilizadas como instrumentos del juicio divino, que los
hebreos son su pueblo y que su futuro está en sus manos.
Dios
le asegura a Isaías que él se halla en medio de estos acontecimientos, a pesar
de que un enemigo de Israel está siendo usado para juzgar a su pueblo. Ello le
pareció al pueblo una conspiración; de hecho, se trataba de un plan de Jehová
de los ejércitos.
Transcurrirían
unos 13 años antes que se cumplieran las palabras de Isaías. Mientras, debió
aferrarse a su profecía, en tanto el escarnio público lo identificaba con los
espiritualistas paganos,
Isaías
decidió esperar en Dios, aunque El «escondió su rostro de la casa de Jacob».
Pasaron setecientos años para que se cumplieran muchas de las profecías que el
Señor dio mediante los profetas, otras aún siguen sin cumplirse.
El
pueblo consultaría a los encantadores y adivinos para buscar respuestas de los
muertos, en vez de consultar al Dios viviente. Solo El conoce el futuro y solo
La
gente de Judá clamaba burlonamente por un profeta «real» que fielmente
proclamara las verdades de la ley y el testimonio.
Después
que rechazaron el plan de Dios, el pueblo de Judá lo culparía de sus
tribulaciones. La gente culpa continuamente a Dios por los problemas que se
busca.
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