viernes, 12 de julio de 2019

Tiempo... Filipenses 2. 5 - 11



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Tengan unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús, el cual: Aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo.
Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz. Por eso Dios le dio el más alto honor
y el más excelente de todos los nombres, para que, ante ese nombre concedido a Jesús, doblen todos las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”. Filipenses 2. 5 – 11

Un cambio completo de confianza y reconocimiento, es parte del tratamiento espiritual, que el Señor quiere hacer con nosotros y nuestra voluntad.
Es curioso, pero Él por su gracia y voluntad amorosa, no permite crecer y desarrollarnos en diferentes logros que adquirimos en el transcurso de los años.
Algunos hemos logrado crecer y desarrollarnos en una familia.  Aprendimos un oficio.  Terminamos alguna carrera universitaria.  Nos convertimos en profesionales de lo que hacemos.
Otros tienen una vasta trayectoria familiar en cuanto a la fe, vienen de tercera o cuarta generación de creyentes.  Han desarrollado sus dones.  Han fortalecido sus convicciones religiosas.  Han sido muy celosos de obedecer a sus creencias.
Muchos han podido adquirir bienes.  Otros han escalado en posiciones de liderazgo e influencia.
La mayoría tenemos algo de que gloriarnos desde lo humano…
Para Pablo, siendo Saulo de Tarso, eso era ganancia.  Eso era lo que lo hacía ganador en este mundo y delante de los seres humanos.  Era una valoración humana y terrenal del asunto.
Desde que se encontró con Jesús cambiaron sus valores.  Todo eso, él comenzó a “estimarlo como perdida”.  Encontró un valor mucho más alto y sublime: conocer “el amor de Cristo”.
¡Qué desafío para nuestro ego!  ¡Qué desafío para nuestra forma de pensar terrenal!  ¡Qué desafío de fe!   ¡Perder, para ganar!
Cuando algo se pierde, no lo tengo más en la escala de mis pertenencias.  Todos nuestros logros, sean muchos o pocos, al lado de conocer el amor de Cristo deben perder valoración, a tal punto de estimarlos como pérdida, como basura, como estiércol.  No es que tenemos que hacer un voto de pobreza, pero si un voto de reordenamiento de valores.
Gracias a Dios por lo logros que nos permite obtener, pero nunca esos logros van a ser más valiosos que ser hallado justificado en Él por la fe.  Nunca esos logros serán más valiosos que ocuparme de conocer el poder de su resurrección.  Nunca serán más valiosos que aún sufrir por Él. Gloria a Dios por lo que hemos podido conseguir en la vida, pero eso es basura al lado de conocer excelentemente a Cristo Jesús, nuestro Señor.
Dios les bendiga abundantemente.

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