lunes, 8 de julio de 2019

Tiempo... Efesios 5. 1 - 2



TIEMPO DE REFLEXIÓN

"Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados; y andad en amor así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma."  Efesios 5. 1 – 2


La manera en que los seres humanos aprendemos nuestras formas, costumbres, vocabulario, pensamientos, es por medio de imitación. Esto no ocurre únicamente cuando somos niños, sino que conforme crecemos imitamos a nuestros profesores, amigos, familiares, pareja, y cualquier otra persona con quien tengamos contacto, copiamos expresiones, copiamos maneras de hablar, de responder, opiniones.
Es un proceso lógico, cuando pasamos tiempo con alguien empezamos a copiar y a parecernos a esa persona, sin dejar de perder nuestra propia identidad.
La pregunta que nos deberíamos hacer entonces, sería.
¿Y nosotros a quién imitamos? ¿A quién nos parecemos cada día más en nuestra forma de ser?
Probablemente la respuesta sea a la persona que admiramos o que más tiempo pasamos con ella.
La Biblia, nos muestra en cambio, a quien debiéramos imitar "sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados; y andad en amor así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma."
Un niño siempre quiere ser como su padre, lo ve como un héroe e intenta imitarlo, pero, ¿intentamos imitar a nuestro Padre celestial?
Quizá la pregunta no es tanto si le estamos imitando ni como le estamos imitando, la pregunta clave es ¿cuánto pasamos con Él y cuanto le conocemos?
Porque la imitación viene por la convivencia, y la convivencia solo existe en oración y en lectura de la Biblia, no puede ser de otra manera.
¿Conocemos realmente a Dios? ¿Sabemos sus atributos, lo que Él es? ¿Comprendemos su santidad? ¿Le amañamos?
Porque el conocimiento de Él debe producir que le imitemos.
¿Cómo podemos imitar a Dios? Teniendo su mismo carácter, su mismo amor, ofreciendo nuestra vida como una ofrenda a Dios, dándole lo más valioso que haya en nuestra vida, amando a los demás por encima de nuestro propio beneficio, buscando hacer la voluntad de Dios, que nuestras vidas sean un fragante aroma para su presencia, un sacrificio de alabanza.
Seamos imitadores de Dios, amemos a los que nos rodean.

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