domingo, 7 de julio de 2019

Leyendo... Efesios capítulo 4



LECTURA DIARIA:
Efesios capítulo 4

Pablo dice que somos parte de un solo cuerpo, nos une: ¡un cuerpo, un Espíritu, una misma esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios!

Nadie logrará ser perfecto aquí en la tierra, por lo tanto debemos aceptar y amar a otros cristianos a pesar de sus faltas. Cuando vemos errores en otros creyentes, debiéramos actuar con paciencia y amabilidad.
Guardar la unidad es una de las funciones. Todos los creyentes en Cristo pertenecen a un solo cuerpo, todos se han unido bajo la misma cabeza, que es Cristo mismo.
Dios otorgó a cada creyente habilidades que pueden fortalecer todo el cuerpo. Dios está sobre todos nosotros, esto muestra su cuidado de gobernante. Él está por todos, y en todos, esto muestra su presencia activa en el mundo y en las vidas de los creyentes. Cualquier visión de Dios que viole su transcendencia o su inmanencia no es una imagen real de Él.
El Salmo 68.18, muestra a Dios como un conquistador que marcha y obtiene tributos de la ciudad vencida. Pablo usa esa figura para enseñar que Cristo, en su crucifixión y resurrección, obtuvo la victoria sobre Satanás. Cuando ascendió al cielo, dio dones a la Iglesia, algunos de los cuales detalla en  los versículos 11al 13.
Cristo es el Señor de todo el universo, presente, pasado y futuro. Nada ni nadie está oculto de Él. El Señor de todo vino a la tierra y aceptó la muerte para rescatar a todos. Nadie está fuera de su alcance.
Nuestra unidad con Cristo no destruye nuestra individualidad. El Espíritu Santo ha dado a cada cristiano dones especiales para edificar la Iglesia
Dios ha dado a su Iglesia una enorme responsabilidad: hacer discípulos en todas las naciones. Involucra predicar, enseñar, sanar, nutrir, dar, administrar, edificar y muchas tareas más.
Dios nos ha llamado a ser miembros de su cuerpo. Algunos podemos cumplir con una tarea, otros harán otra. Juntos podemos obedecerle mejor de lo que lo haríamos en forma individual. Trabajando juntos, como el cuerpo de Cristo, podemos expresar la plenitud de Él.
Como seguidores de Cristo, debemos dedicarnos a la verdad. Esto significa que nuestras palabras serán sinceras como también nuestras acciones reflejarán la integridad de Cristo.
Cristo nos forma en un cuerpo, en un grupo de individuos unidos en su propósito y en su amor unos por otros y por Cristo. Si uno de ellos tambalea, el resto está allí para apoyarlo y ayudarle a caminar con su Señor otra vez. Si otro peca, puede hallar restauración mediante la iglesia, al mismo tiempo que esta continúa testificando la verdad de Dios.
Vivir en "la vanidad de su mente" se refiere a la tendencia natural y humana de pensar sus caminos lejos de Dios. El orgullo intelectual, la racionalización y las excusas alejan a la gente de Dios.
La gente debiera poder ver una diferencia entre los cristianos y los que no lo son por la forma de vivir de los primeros.
Pablo dice a los efesios que deben dejar la vida pasada de pecado, ahora que son seguidores de Cristo. La vida cristiana es un proceso. Aunque tenemos una nueva naturaleza, no adquirimos automáticamente todos los pensamientos y las actitudes buenas cuando nos convertimos en nuevas personas en Cristo. Pero si nos mantenemos atentos a Dios, siempre estaremos cambiando.
No andamos por impulsos ni deseos. Debemos ubicarnos en nuestro nuevo papel, apuntar en la nueva dirección y apropiarnos de la nueva línea de pensamiento que el Espíritu Santo nos da.
7 La Biblia no nos dice que debemos evitar sentir enojo, pero sí destaca que debemos saber controlarlo apropiadamente. Si somos descuidados al hablar, el enojo herirá a otros y destruirá las relaciones. Si las guardamos, motivará amargura y nos destruirá por dentro. Pablo nos dice que debemos enfrentar nuestro enojo de inmediato, de modo que edifique relaciones antes que las destruya. Si alimentamos nuestro enojo, daremos a satanás la oportunidad para dividirnos.
Podemos contristar al Espíritu Santo por la forma en que vivimos. Pablo nos amonesta en contra del lenguaje vulgar, sin sentido, uso inapropiado del lenguaje, amargura, palabras torpes y actitudes impropias contra otros.
El Espíritu de Dios en nosotros es un sello de que le pertenecemos.
Pablo aquí muestra los aspectos en los que los cristianos deben estar de acuerdo para lograr la verdadera unidad. Cuando los cristianos tienen esta unidad de Espíritu, las pequeñas diferencias no deberán disolverla.

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