martes, 28 de mayo de 2019

Tiempo... 1 Corintios 2. 1 - 6



TIEMPO DE REFLEXIÓN

 “Así que,  hermanos,  cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios,  no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.
 Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo,  y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad,  y mucho temor y temblor;  y ni mi palabra ni mi predicación fué con palabras persuasivas de humana sabiduría,  sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres,  sino en el poder de Dios.  Sin embargo,  hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez;  y sabiduría,  no de este siglo,  ni de los príncipes de este siglo,  que perecen”.  1 de Corintios 2. 1 – 6.

El desarrollo intelectual griego fue un elemento importante en la preparación del camino para el evangelio, pero no logró regenerar al mundo, lo que demostró que para esto hacía falta un poder sobrehumano, por esta razón Pablo y de igual manera nosotros debemos aprender cada día a confiar en Su poder y no en nuestras habilidades o conocimientos, pues la obra no crece por nosotros sino por El.
Pablo nos da la clave para poder manifestar el poder de Dios, la negación de sí mismo por lo tanto se propuso anunciar el evangelio lejos de sus posibilidades y consagrar su mente y corazón para dar a conocer a Cristo y la cruz.
Cuando Pablo menciona su debilidad hace grande la gracia por la cual fue llamado y redimido en Cristo, reconocer esta verdad es humillarse y someterse a Dios reconociendo su inmenso amor inmerecido. Su temor y temblor eran debidos a la seriedad y compromiso por su misión.
Hablar de manera persuasiva es muy eficaz para atraer a las personas, pero no para transformarlas, pues esta última solo depende del poder de Dios en el Espíritu. Ni sus palabras en privado, ni su predicación en público fueron persuasivas en métodos humanos como la retórica o la filosofía, sino por la operación, demostración y manifestación del Espíritu de Dios en él, afectando los corazones y las vidas de sus oyentes de manera permanente.
Es decir, para que no deba su origen ni su continuación “a la sabiduría de hombres”.
Sin embargo, la predicación del evangelio, lejos de ser contraria a la verdadera “sabiduría” es una sabiduría infinitamente superior a la de los sabios del mundo. La sabiduría que se menciona allí no consiste en la doctrina sino en los principios y misterios espirituales profundos que son comprendidos y aplicados por los que han madurado en su fe, sólo aquellos que se han perfeccionado en la experiencia y el conocimiento cristianos, pueden comprender la verdadera sabiduría. Los que han sido perfeccionados en Cristo son distintos no solamente de los hombres mundanos y carnales, sino también de los niños en Cristo, que si bien están “en Cristo,” retienen mucho de lo “carnal,” y no pueden por tanto entender las verdades profundas de la Escritura.
Dios les bendiga abundantemente.

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