viernes, 21 de diciembre de 2018

Un momento... EL NOMBRE DE JESÚS



UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
EL NOMBRE DE JESÚS

Y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías 9.6).

José tendría no solo el privilegio de servirle de padre al niño sino de ponerle un nombre ya establecido por el cielo a los ocho días de nacido. “Jesús” era equivalente al nombre hebreo Yehoshua o “Josué”, que significa “Jehová es salvación”.
El nombre dado a las criaturas en tiempos bíblicos expresaba la esperanza de los padres respecto del futuro del recién nacido. En este caso, fue el ángel quien expresó la misión sobrenatural del Hijo de DIOS: “Él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Los judíos anhelaban que el Cristo viniese para salvar a su pueblo del poder de Roma, para restaurar la autonomía política de Israel. Jesús no vino a eso. Él vino para salvarnos de nuestros pecados, no en ellos. Un concepto altamente comprometedor, uno que habla de cambios en nuestra conducta y en nuestra misma naturaleza.
Jesús vino a librarnos de las cadenas de la inmoralidad, el vicio, el crimen, el odio, el egoísmo, el abuso y la miseria: del poder de un enemigo mucho más formidable que Roma. Vino “a buscar y a salvar lo que se había perdido” (S. Lucas 19.10).
Para los incrédulos y los críticos del cristianismo es más fácil convertirlo en un disidente o en un revolucionario empeñado en contrariar la filosofía romana y el pensamiento judío del primer siglo. O en un sabio o un gran maestro de la antigüedad.
Pero Jesús era y es el Salvador. Cuando se acepta que él en efecto tuvo la misión de salvarnos del pecado, entonces su vida y cada uno de sus actos y palabras cobran sentido.
Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo para salvarlo.
(Juan 3.16).
 Jesús vino a salvarnos del pecado porque el pecado es la causa fundamental del sufrimiento humano, de las guerras, la injusticia, la enfermedad y la misma muerte. La llegada de Jesús y su sacrificio en la cruz fue el gesto de reconciliación de DIOS con el ser humano rebelde y nos abrió una puerta hacia la vida y la esperanza.
Por eso es que el nombre “Jesús” es tan precioso. Porque incluye en sus letras la promesa de la redención, la esperanza gloriosa de ser salvos para siempre. Bien dijo el apóstol Pedro refiriéndose a ese nombre: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4.12).
Dios les bendiga abundantemente.

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