martes, 11 de diciembre de 2018

Leyendo... Sofonías capítulo 1



LECTURA DIARIA:
Sofonías capítulo 1

Josías buscó a Dios y durante su reinado se halló en el templo los libros de la Ley.
Después de leerlos, Josías comenzó un gran avivamiento religioso en Judá. Sofonías ayudó a este avivamiento al advertir al pueblo que vendría juicio si no abandonaba su pecado. A pesar de que este gran avivamiento llevó a la nación a Dios, no eliminó del todo la idolatría y solo duró un corto tiempo. Doce años más tarde, Babilonia conquistó a Judá y la envió al cautiverio.
Empleando un lenguaje poético, Sofonías profetiza un juicio universal, el cual incluye una Judá errante. Su profecía se cumple parcialmente con la caída de Jerusalén en el 587 a.C. Su propósito fundamental, sin embargo, se refiere al trato de Dios, tanto hacia sus enemigos espirituales como físicos, a través de la historia. Esto sería especialmente verdad en tiempos del Mesías y se cumpliría definitivamente en el mundo por venir.
Dios le advirtió con claridad al pueblo de Judá. Este se negó a escuchar porque dudó del profeta de Dios y no creyó que el mensaje proviniera de él, o porque dudó de Dios mismo, por lo tanto, no creyó que haría lo que anunció.
Dios comienza enjuiciando a Jerusalén, su propia casa.
Cuando los israelitas llegaron a la tierra prometida, no la limpiaron por completo de sus habitantes cananeos paganos, quienes adoraban ídolos. Poco a poco los israelitas comenzaron a adorar los dioses de los cananeos. A pesar de que había muchos dioses, Baal era el principal; simbolizaba fortaleza y fertilidad. Dios se enojó grandemente porque su pueblo se alejó de El para adorar a Baal.
El pueblo se convirtió en politeísta, adoraba a Dios y a todos los demás dioses de la tierra. Añadió lo “mejor” de la adoración pagana a la verdadera fe en Dios y esto lo corrompió. Uno de estos dioses era Moloc, el dios nacional de los amorreos. La adoración a Moloc incluía el sacrificio de niños, un pecado abominable. Desde los tiempos de Moisés, a los israelitas se les advirtió acerca de la adoración de este falso dios, pero se negaron a escuchar.
El juicio de Dios caería no sólo sobre los impíos e idólatras, sino también sobre los que han desistido de seguir al Señor.
El sacrificio representa a la nación culpable, en este caso Judá, que es ofrecida ante el altar de la justicia divina. Los convidados son las naciones invitadas para ejecutar su juicio.
En lugar de ejemplos de justicia, los príncipes eran líderes del mal. Los que vestían vestido extranjero no lo hacían sólo para lucir costosas vestimentas, sino para imitar las modas de los pueblos paganos.
Usar vestidura pagana implicaba que deseaban los dioses y estilos de vida extranjeros. Los líderes que debieron ser un buen ejemplo para el pueblo, adoptaban las prácticas extranjeras y por lo tanto, mostraban su desprecio hacia el Señor y pasaban por alto sus mandamientos en contra de adoptar la cultura pagana.
La puerta del Pescado estaba en el muro nororiental de la ciudad. Se le llamaba así porque el pescado capturado en el Jordán y el mar de Galilea pasaba a través de ella. La segunda puerta (mishné, en hebreo) comunicaba con la parte de la ciudad habitada por la clase alta, cercana al centro comercial de Jerusalén, y desde la cual podía divisarse el templo.
Dios escudriñaría la ciudad minuciosamente y castigaría a quienes lo merecieran. Y porque ellos no escudriñaron sus corazones porque se complacían con el caos moral que los rodeaba y eran indiferentes a Dios, este usaría a los babilonios para castigarlos.
Dentro de unos veinte años los babilonios entrarían en Jerusalén, arrastrarían al pueblo fuera de sus refugios, los tomarían prisioneros o los matarían. Ninguno escaparía al juicio de Dios, no habría lugar donde ocultarse.
El gran día de Jehová estaba cerca; pronto los babilonios vendrían y destruirían Jerusalén.
Aunque los monarcas Manasés y Amós pagaron tributo a Asiria a cambio de la libertad de Judá, ésta no podría sobornar al Señor.

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