miércoles, 12 de diciembre de 2018

Leyendo... Sofonías capítulo 2



LECTURA DIARIA:
Sofonías capítulo 2

Sofonías llama a la pecadora Judá a arrepentirse.

Todavía había tiempo para evitar el juicio. Simplemente el pueblo tenía que volverse de sus pecados, humillarse y obedecer a Dios. Los profetas del Antiguo Testamento anunciaron destrucción, pero también ofrecieron el único medio de escape y protección: volverse del pecado y caminar con Dios.
Como el niño que está en el vientre irrumpe en su momento si nada lo detiene, así sucederá con el juicio de Dios. Una vez que llegue el juicio, la gente será devastada de un soplo, súbitamente.
.Buscad a Jehová, es buscar la justicia y la humildad. Sofonías espera que quizás ello evite el juicio, pero no está seguro que Dios aparte su «furor de la ira».
Hay una serie de sermones dirigidos contra varias naciones vecinas. Se propone dejar establecida la soberanía de Dios sobre todas las naciones.
Normalmente, se mencionan cinco ciudades de Filistea. Gat se omite aquí, aunque fue conquistada por David.
De nuevo el autor aprovecha vocablos que suenan de manera similar para dramatizar las calamidades de que habla. Gaza, Ascalón, Asdod y Ecrón , florecientes ciudades-estados, quedarán desoladas. El momento menos probable para aquel ataque sería precisamente el pleno día, cuando mayor calor hace.
Las cuatro ciudades mencionadas aquí se encontraban en Filistea, nación localizada al suroeste de Judá y a lo largo de la costa del Mediterráneo. Siendo enemigos antiguos de Israel, desde los días de Josué, se conocían por su crueldad. Dios los juzgó por su idolatría y sus constantes burlas sobre Israel. Estas ciudades eran cuatro de las cinco capitales. La quinta (Gat) ya había sido destruida.
El juicio de Dios sobre las naciones es universal, nadie escapará. Castiga a su pueblo por su pecado, pero también castiga a las naciones vecinas por su maldad, idolatría y el trato que le dan a su pueblo.
El remanente se refiere en parte a los que regresaban de la cautividad babilónica. En sentido amplio, alude a la futura Iglesia de Dios. Para algunos estudiosos de la Biblia, también se refiere a un remanente judío que ocupará físicamente el territorio de Israel en los últimos tiempos.
Todos los profetas, aun cuando profetizaban condenación y destrucción, hablaban de un remanente, un pequeño grupo del pueblo de Dios que permanecía fiel a Él y al que Dios restauraría en su tierra. A pesar de que Dios dijo que destruiría a Judá, también prometió salvar a un remanente, así mantendría su pacto original: preservar a los descendientes de Abraham. Dios es santo, y no puede permitir que continúe el pecado. Pero también es fiel a sus promesas. “No puede permanecer airado” para siempre con Israel, o con usted si usted es su hijo, ya que como un padre bueno ama a sus hijos y busca siempre su bienestar.
Los moabitas y los amonitas, descendientes de Lot, eran países vecinos ubicados en las cercanías de los sitios donde un día se levantaron Sodoma y Gomorra, al este del Mar Muerto. Afrentas y denuestos contra el pueblo del Señor de los ejércitos lanzaron estos dos implacables enemigos, quienes periódicamente mostraban su arrogancia violando las fronteras de Israel; ahora la debilidad de Judá les ha dado ocasión para la beligerancia.
Aunque Dios no castiga inmediatamente, siempre guarda memoria de las ofensas.
Los moabitas y amorreos vivían al este de Judá y a menudo la atacaban. Estas naciones, cuyos antepasados procedían del incesto de Lot con sus hijas, adoraban a Quemos y a Moloc. El rey de Moab sacrificó una vez a su hijo en el muro de la ciudad para detener una invasión. Dios las juzgaría por su maldad y por el trato que daban al pueblo de Dios.
Sofonías mencionó una gran nación al sur y luego una nación al norte, Asiria. Nadie escaparía al juicio merecido. A los etíopes les dijo: “Seréis muertos con mi espada” y esto se cumplió cuando los asirios invadieron Egipto en el año 670 a.C.
Asiria, a pesar de su decadencia, seguía siendo la potencia militar más poderosa de esos días. Dominó al mundo durante tres siglos, destruyendo todo a su paso. Nínive, su gran ciudad capital, se consideraba impenetrable. Los babilonios la borraron en el año 612 a.C., los que se convertirían en la siguiente potencia mundial.
Nada parecía más improbable que la destrucción de Asiria, la cual había conducido a las diez tribus norteñas a la cautividad. Muros de más de treinta metros rodeaban a Nínive a lo largo de 90 km. Los muros eran tan anchos que tres carros podían moverse uno junto al otro por sus rampas.
Aun así, toda la ciudad fue destruida de una forma tan completa que se cuestionó su misma existencia hasta que se descubrió, con gran dificultad, por arqueólogos del siglo XIX. El área donde reinó el esplendor se convirtió en pastizal.

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