jueves, 26 de julio de 2018

Un momento... UN NACIMIENTO TIENE UN TÉRMINO



UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
UN NACIMIENTO TIENE UN TÉRMINO

Un nacimiento es una experiencia única y definitiva en el reino natural y también en el espiritual. Cuando un bebé nace en la sociedad terrenal, se hace un registro.

Cuando un pecador se arrepiente y acepta a Jesús como Señor y Salvador en el cielo se escribe un nuevo nombre en la gloria. Esto habla de un hecho terminado. Es importante que entendamos esto porque nadie puede jamás existir sin haber nacido. Incluso cuando el cuerpo de alguien deja de existir, el espíritu pasa sin límite de tiempo, sin fecha y sin medida, a la eternidad.
Un nacimiento tiene un comienzo. Un nacimiento es un punto de partida. Para un pequeñito todo es futuro, todo es “mañana”, él no tiene pasado. Ningún policía podrá arrestar a un recién nacido por haber cometido crímenes. Cuando llegamos a Jesús no existe el ayer, sólo tenemos “mañanas”.
Sin embargo, después de nacer comenzamos a crecer.
El bebé nace con todo el equipo que va a tener, ahora necesita crecer.
¡Qué bendición descubrir, desarrollar y desplegar lo que hemos recibido con nuestro nuevo nacimiento!
Un nacimiento se espera con certeza. Un nacimiento es una experiencia definitiva. Si nos preguntaran: “¿Ha nacido usted alguna vez?”, dicha pregunta no tendría sentido.
Pero supongamos que nos hacen la pregunta y respondemos: “Eso espero. Estoy haciendo lo mejor que puedo”. O aún más ridículo sería que respondiéramos: “Yo siempre he nacido”. No, en realidad en un nacimiento hay una certeza implícita.
 Hubo un tiempo en el que no habíamos nacido, luego llegó el tiempo en el que ya habíamos nacido.  
Hablemos sobre nuestra parte en el nuevo nacimiento. No tuvimos elección en nuestro primer nacimiento, pero sí la tenemos en nuestro segundo nacimiento. Como dijimos anteriormente, nosotros proporcionamos el útero de la fe. “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios…” (1 Juan 5.1).
El nuevo nacimiento ocurre cuando creemos en el Señor Jesucristo. El pasaje que lo relata está en Efesios 2.8, 9 donde dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe”.
Este pasaje es grandioso porque en este punto la Escritura establece claramente por medio de qué somos salvos. En contraste, no podemos cometer ningún error al respecto, pues habla sobre lo que no nos salva.
Por consiguiente, podemos mirarlo desde el punto de vista negativo y ver lo que no salva, y luego desde el punto de vista positivo y ver lo que sí salva. Estos versículos nos dicen que ni nosotros, ni nuestras obras nos salvan. “No depende de nosotros”. “No depende de sus obras”. Es simple, ¿no es así? Pero la mayoría de la gente no entiende este sencillo concepto.
Si saliéramos a la calle y le preguntáramos a cualquier persona: ¿Irá usted al cielo?, quizás esa persona respondería: ¡Seguro!, estoy haciendo lo mejor que puedo. Piense en esa respuesta. El yo (el ego) está haciendo (obras) lo mejor que puede.
El significado literal del término “nacer de nuevo” es “nacer de arriba”. La salvación no sólo implica sacar al hombre de la tierra y ponerlo en el cielo, sino también que DIOS sale del cielo y entra en el hombre a través de su Espíritu. En la carne, recibimos la naturaleza de nuestros padres carnales. Cuando el Espíritu y la Palabra de DIOS crean en nosotros algo sobrenatural, recibimos el carácter de un nuevo ser con naturaleza divina.
Los cristianos no somos sencillamente personas buenas; somos nuevas criaturas. 
Dios les bendiga abundantemente.

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