domingo, 22 de julio de 2018

Leyendo... Jeremías capítulo 32



LECTURA DIARIA:
Jeremías capítulo 32

Jeremías compra un terreno en Anatot el pueblo natal del profeta, de su primo Hanameel,  como una señal de que  Dios restaurará a su pueblo en la tierra, y que todo regresará a la normalidad. El año décimo y el año decimoctavo es el 587 a.C.; mientras Jerusalén estaba bajo sitio, pero antes de que fuera destruida.

Jeremías había sido apresado por Sedequías y permaneció preso en el patio de la cárcel hasta la caída de Jerusalén.
Ante la compra se hacía una copia de la transacción en papiro, se enrollaba y se sellaba para impedir que alguien la alterase. La copia abierta podía ser vista por cualquiera.
Jeremías dió la escritura de compra a Baruc quien era escriba y amigo de Jeremías. Los documentos fueron colocados en una vasija de barro para preservarlos. Evidencias de estas prácticas han sido halladas en Elefantina, al sur de Egipto y en el área desértica cercana al Mar Muerto.
Jeremías estaba prisionero en el palacio. Sin embargo, daba muestras de su fe en las promesas de  Dios de regresar a su pueblo y reconstruir Jerusalén.
Dios le había dicho a Jeremías: «Porque así dice el Señor de los ejércitos, el  Dios de Israel: ‹De nuevo se comprarán casas, campos y viñas en esta tierra». Esta palabra encierra el tema central de este capítulo; la acción de Jeremías le daría derecho a la tierra cuando se normalizaran las condiciones.
Jeremías le dice al Señor:  «¡Ah, Señor  Dios! He aquí, tú hiciste los cielos y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido; nada es imposible para ti,
La confianza no surge fácilmente. No fue sencillo para Jeremías comprar públicamente una tierra que el enemigo capturó. Pero confió en  Dios.
Jeremías ora expresando la omnipotencia, omnisciencia y prodigios realizados por  Dios en favor de Israel, mientras se pregunta por qué debe comprar la heredad en aquellas circunstancias, cuando la ciudad está a punto de caer en manos de sus enemigos.
Después que Jeremías compró la heredad, comenzó a preguntarse si había actuado con sabiduría. Buscó alivio de las dudas que lo asaltaban a través de la oración. En esta oración, Jeremías afirmó que  Dios es Creador, el Juez sabio de todos los caminos de los hombres y el Redentor. 
En respuesta a Jeremías, Jehová asegura al profeta que él es un  Dios para el cual nada es imposible. Se refiere a la situación que atravesaba la ciudad, le recuerda los pecados de idolatría cometidos por Israel desde su juventud, su intención de castigar a los pecadores habitantes de Jerusalén a espada, a hambre y a pestilencia y, por último, le promete la restauración de la tierra
El gesto de Jeremías al comprar el terreno de su primo simbolizaba las condiciones normales que prevalecerían después del exilio, cuando las heredades se comprarán por dinero.

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