martes, 24 de julio de 2018

Leyendo... Jeremías capítulo 34



LECTURA DIARIA:
Jeremías capítulo 34

Este capítulo describe el cumplimiento de muchas de las predicciones de Jeremías. En el libro de Jeremías, muchas profecías se dieron y cumplieron rápidamente.

Laquis y Azeca fueron ciudades fortificadas por Roboam, hijo de Salomón. Laquis, a 44 km al sudoeste de Jerusalén, fue destruida por Senaquerib en el 701 a.C. y ahora había sido puesta bajo sitio por Nabucodonosor. Una concha perteneciente a este período, que fue encontrada en el lugar, menciona a Laquis y Azeca. Azeca está situada a 17 km al noroeste de Laquis y aproximadamente a 29 km al oeste de Jerusalén.
Presumiblemente, la espantosa situación de la ciudad, sometida a sitio, condujo a la gente a examinar su conciencia, y muchos llegaron a la conclusión de que no habían tratado bien a sus esclavos hebreos. Los esclavos fueron liberados, pero más adelante, cuando la situación mejoró (quizás el retiro temporal de las fuerzas babilónicas, forzadas a enfrentar al ejército egipcio; muchos cambiaron de opinión y reimpusieron la esclavitud.
Un hebreo debía ser liberado después de servir seis años. Babilonia sitió a Jerusalén y la ciudad estaba a punto de caer. Sedequías decidió finalmente escuchar a Jeremías y trató de apaciguar a Dios, por lo tanto, liberó a los esclavos. Pensó que podía ganarse el favor de Dios con un acto bondadoso, pero lo que necesitaba era un cambio de corazón. El pueblo desobedeció las leyes de Dios desde el principio. Cuando se levantó temporalmente el sitio, el pueblo se volvió descarado y siguió pecando.
A Israel le fue difícil mantener sus promesas a Dios. En el templo, le hacían promesas solemnemente, pero al regresar a sus casas y trabajos, no las cumplían. Dios expresó su gran desagrado. Si usted quiere agradarlo, asegúrese de cumplir sus promesas. Dios quiere promesas cumplidas no solo hechas de manera piadosa.
Partir un becerro en dos y caminar entre las dos mitades era una costumbre para ratificar un pacto. Esta acción simbolizaba el juicio sobre cualquiera que quebrantara el pacto. Dios decía: «Han roto el pacto que han hecho conmigo, ¡así que ya saben el juicio que les espera!»

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