lunes, 16 de julio de 2018

Leyendo... Jeremías capítulo 26



LECTURA DIARIA:
Jeremías capítulo 26

Los hechos descritos en este capítulo ocurrieron en 609-608 a.C., antes que los narrados en el capítulo 25. Joacim era un rey materialista y egocéntrico que persiguió y asesinó a gente inocente. El capítulo 26 describe cómo y por qué iban a juzgar a Jeremías y corría peligro su vida.

Dios le recordó a Jeremías que quería que se diera su mensaje completo: «No retengas palabra». Jeremías puedo haberse visto tentado a dejar fuera las partes del mensaje que hubieran puesto a la audiencia en su contra, que sonaran demasiado duras o lo hubieran hecho parecer como un traidor. Pero por orden de Dios, no debía borrar ninguna parte del mensaje para acomodarse a él, a su audiencia ni a las circunstancias en las que se encontraba.
El arresto de Jeremías es una consecuencia de su controversia con los falsos profetas y sacerdotes corruptos, porque profetizó que el templo sería destruido y la ciudad asolada. Los príncipes de Judá, quienes tenían la responsabilidad de las decisiones legales, se sentaron en la entrada de la puerta nueva para escuchar las acusaciones (v. 10). Tras oír la defensa de Jeremías, los príncipes decidieron a su favor.
Silo era el lugar donde se levantó el tabernáculo después de la conquista de Canaán. Los filisteos lo destruyeron en 1050. «Yo pondré esta casa como Silo» significa que Jerusalén y su templo serían destruidos. Cuando Jeremías dijo que Jerusalén, la ciudad de Dios, sería puesta por maldición y el templo sería destruido (26.6), los sacerdotes y los falsos profetas se enfurecieron. El templo era importante para ellos porque la reverencia que el pueblo le rendía le confería poder. Al decir que el templo sería destruido, Jeremías socavó su autoridad. Jesús también se enfureció con los líderes religiosos de su tiempo, al anticipar la destrucción de Jerusalén y el templo
A Jeremías lo señalaron como traidor porque profetizó la destrucción de la ciudad y del templo. Pero el «valiente» pueblo abogaba por una alianza para pelear contra Babilonia y mantener su independencia.
Este pasaje cita literalmente a Miqueas 3:12; la única ocasión en que un profeta cita a otro dando la fuente.
Como Ezequías se arrepintió y oró, el Señor liberó la ciudad de Jerusalén en el 701 a.C.
Los ancianos recordaron las palabras del profeta Miqueas, muy similares a las que dijo Jeremías. Cuando Miqueas hizo un llamado para que el pueblo se arrepintiera, no lo mataron sino que echaron a un lado su maldad. Si bien el pueblo no mató a Jeremías debido a esta historia, perdieron de vista el punto principal: la aplicación de la historia era para ellos. Le perdonaron la vida, pero no salvaron las suyas por no arrepentirse de sus pecados.
El ejemplo de Urías, un contemporáneo de Jeremías, se cita para ilustrar el riesgo personal que este último enfrentaba. Urías fue extraditado desde Egipto y ejecutado por Joacim, algo que contrasta vívidamente con la actitud asumida hacia Miqueas por el buen rey Ezequías. Sin embargo, su ejecución no constituye el único caso dentro de la tradición profética.
Urías era más bien un profeta desconocido que lo ejecutaron por proclamar fielmente la Palabra de Dios. Esto nos muestra que Dios ha tenido otros profetas cuyas palabras no se han incluido en la Biblia.

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