UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
APRENDIENDO
LA NUEVA VIDA DE DIOS
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala
a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”.
(Santiago 1. 5)
Moisés
pasó cuarenta años en los desiertos de Madián, como pastor de ovejas.
Aparentemente apartado para siempre de la misión de su vida, recibió la
disciplina esencial para su realización.
Moisés
había aprendido muchas cosas que debía olvidar.
Las
influencias que le habían rodeado en Egipto, el amor a su madre adoptiva, su
propia elevada posición como nieto del rey, el libertinaje que reinaba por
doquiera, el refinamiento, la sutileza y el misticismo de una falsa religión,
el esplendor del culto idólatra, la solemne grandeza de la arquitectura y de la
escultura; todo esto había dejado una profunda impresión en su mente entonces
en desarrollo, y hasta cierto punto había amoldado sus hábitos y su carácter.
El
tiempo, el cambio de ambiente y la comunión con DIOS podían hacer desaparecer
estas impresiones. Exigiría de parte de Moisés mismo casi una lucha a muerte
renunciar al error y aceptar la verdad; pero DIOS sería su ayudador cuando el
conflicto fuese demasiado severo para sus fuerzas humanas.
Moisés
estaba solo con DIOS. Los magníficos templos de Egipto ya no le impresionaban
con su falsedad y superstición. En la soledad percibía la majestad del
Altísimo, y por contraste, comprendía cuán impotentes e insignificantes eran
los dioses de Egipto.
Allí
fueron barridos su orgullo y su confianza propia. En la austera sencillez de su
vida del desierto, desaparecieron los resultados de la comodidad y el lujo de
Egipto. Moisés llegó a ser paciente, reverente y humilde, "muy manso, más
que todos los hombres que había sobre la tierra" (Números 12. 3), y sin
embargo, era fuerte en su fe en el poderoso Dios de Jacob.
Para
recibir ayuda de DIOS, el hombre debe reconocer su debilidad y deficiencia;
debe esforzarse por realizar el gran cambio que significa lo que el apóstol
Pablo quiso expresar cuando dijo en Gálatas 2. 20: “Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo
en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios”
Muchos
no llegan a la posición que podrían ocupar porque esperan que DIOS haga por
ellos lo que él les ha dado poder para hacer por sí mismos.
Por
eso es importante pasar tiempo con DIOS, conocer su Majestad y lo pequeño que
somos en comparación nosotros. Desaprender los hábitos que hemos adquirido en
el mundo que vivimos y renunciar a ellos, así como Moisés tuvo que renunciar a
Egipto.
Vaciarnos
de nosotros mismos para dejar que la nueva vida de DIOS empiece a fluir en
nosotros y nos permita ser aquellos con los que DIOS soñó cuando Él nos creó.
Solo
así cumpliremos el propósito de DIOS para nuestra vida.
Dios
les bendiga abundantemente.
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