LECTURA
DIARIA:
Malaquías
capítulo 1
Las
amenazadoras palabras de Jehová a su «mensajero» (Malaki), con las que empieza
el capítulo, lo preocuparon extraordinariamente.
A través de 23 preguntas el
profeta propone un autoexamen, lleno de reproches contra los sacerdotes y el
pueblo de Israel. Esta pequeña colonia, el remanente de los reinos de Israel y
Judá, retornó a su tierra tras la cautividad babilónica y se convirtió en
objeto central de las promesas y advertencias divinas.
Un
oráculo es un mensaje de Dios.
El
primer mensaje de Dios por medio de Malaquías fue: “Yo os he amado”. Si bien
este mensaje se aplicaba especialmente a Israel, es un mensaje de esperanza
para todos los pueblos de todos los tiempos.
Debido
a que el gobierno era corrupto y la economía era deficiente, los israelitas
asumieron que Dios no los amaba. Están equivocados. Dios ama a todas las
personas porque El las creó; sin embargo, sus recompensas eternas son solo para
los que le son fieles.
Toda
la profecía, construida dentro de un formato de preguntas y respuestas, es
representativa del pacto establecido entre el Señor y su pueblo. Jehová es su
Padre y Señor, su único Dios y máximo Juez. El pueblo escogido por Dios había
correspondido mal al amor del Dios del pacto, y pese a ello el Dios de amor les
hizo un llamado para que retornaran a él y guardaran sus mandamientos. Y
todavía, a causa de su divino amor, el Señor se preocupa por ellos y amonesta a
su pueblo escogido. En respuesta a la petición que se le hace de pruebas de su
amor por el pueblo, el Señor se refiere al hecho histórico de la libre elección
de su antepasado Jacob, en lugar de su hermano Esaú. Dios amó, o «prefirió», a
Jacob y sus descendientes, y aborreció, o «rechazó», a su hermano a Esaú y a
Edom, su descendiente, por razones que sólo él conoce. Pablo se refiere a este
pasaje como un ejemplo de la elección divina.
La
Ley de Dios requería que se sacrificaran animales vivos y sin defectos. Pero
los sacerdotes estaban ofreciendo animales ciegos, cojos y algunos ya muertos. Dios
acusó a Israel de deshonrarlo al ofrecer sacrificios imperfectos.
Como
intermediarios entre Dios y el pueblo, los sacerdotes tenían la responsabilidad
de reflejar las actitudes de Dios y su carácter. Al aceptar sacrificios
impuros, estaba llevando al pueblo a creer que Dios aceptaba esos sacrificios
también.
Dios
tenía un pueblo escogido, a través de los cuales había planeado salvar y
bendecir al mundo entero.
Los
sacerdotes, representantes y guías del pueblo, sin darse cuenta demostraban por
medio de sus ofrendas y sacrificios la vileza de su vida. En la degradación de
sus ofrendas, ellos mostraban qué tan bajo habían llegado.
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