LECTURA
DIARIA:
Mateo
capítulo 19
Juan
fue a la cárcel y murió por expresar en público sus opiniones sobre el
matrimonio y el divorcio, y los fariseos esperaban atrapar también a Jesús.
Trataron de hacerle caer en la trampa de adoptar una postura en una controversia
teológica. Dos grupos principales tenían puntos de vista opuestos sobre el
divorcio. Un grupo defendía el divorcio casi por cualquier razón. El otro creía
que el divorcio podía permitirse sólo en caso de infidelidad conyugal. El
conflicto giraba alrededor de la interpretación de Deuteronomio 24.1-4. Pero en
su respuesta, Jesús se refirió más al matrimonio que al divorcio. Subrayó que
la intención de Dios siempre había sido que el matrimonio fuera permanente. En
los tiempos de Moisés, así como en el de Jesús, la práctica del matrimonio se
alejó mucho de la intención de Dios. Lo mismo sucede hoy. Jesús dijo que Moisés
dio esta ley sólo porque el corazón de la gente estaba endurecido (naturaleza
pecaminosa). El matrimonio permanente era la intención de Dios, pero como la
naturaleza humana hizo inevitable el divorcio, Moisés instituyó algunas leyes
para ayudar a las víctimas. Eran leyes civiles designadas especialmente para
proteger a las mujeres que, en esa cultura, se convertían en vulnerables al vivir
solas. Con la ley de Moisés, un hombre ya no podría echar fuera a una mujer con
facilidad, sino que debía escribir una carta formal de separación. Fue un paso
radical hacia los derechos civiles, pues hacía que los hombres pensaran dos
veces antes de divorciarse. Dios diseñó el matrimonio para que fuera
indisoluble.
Un
"eunuco" es un hombre castrado, un hombre sin testículos. Algunos
tienen ciertas limitaciones físicas que les impiden casarse, mientras que otros
no se casan porque en su caso particular pueden servir mejor a Dios como
solteros. Jesús no estaba enseñando a evitar el matrimonio porque no fuera
bueno ni porque limita nuestra libertad. Eso sería egoísmo. Un buen motivo de
permanecer solo es desear usar el tiempo y la libertad para servir a Dios.
Pablo habla de esto en 1 Corintios 7. 19.13-15.
Los
discípulos debieron haber olvidado lo que Jesús dijo acerca de los niños. Jesús
quería que los niños se le acercaran porque los ama y porque tienen la actitud
que uno necesita para acercarse a Dios. Jesús no quiso decir que el cielo es
sólo para los niños, sino que la gente requiere actitudes semejantes a las de
un niño para confiar en Dios. La receptividad de los niños era un contraste
notable con la obstinación de los líderes religiosos que permitieron interponer
su sofisticación y educación religiosa en la vía de la fe simple, necesaria
para creer en Jesús.
Un
hombre quería tener la seguridad de que poseía vida eterna. Jesús le mostró que
no podía salvarse por medio de las buenas obras que no están basadas en el amor
a Dios. Este hombre necesitaba un nuevo punto de partida. En respuesta a la
pregunta del joven de cómo tener vida eterna, Jesús le dijo que debía guardar
los Diez Mandamientos. Luego Jesús hizo referencia a seis de ellos, todos relacionados
con el trato con otros. Cuando el joven replicó que los había guardado, Jesús
le dijo que le faltaba algo más: vender todo y dar el dinero a los pobres. Esto
inmediatamente puso de relieve la debilidad del hombre. En realidad, su riqueza
era su dios, su ídolo, y no lo iba a rechazar. Cuando Jesús le dijo al joven
rico "que sería perfecto" si daba todo lo que tenía a los pobres, no
hablaba en el sentido humano, temporal. Hablaba de cómo alcanzar justificación,
integridad total, ante los ojos de Dios.
Al
rico le es tan difícil entrar en el cielo como a un camello atravesar el ojo de
una aguja. Sin embargo, explicó Jesús, "para Dios todo es posible".
Aun los ricos pueden entrar en el Reino si Dios los hace entrar.
Jesús
invirtió el orden de los valores mundanos.
Amen
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