LECTURA
DIARIA:
Mateo
capítulo 8
La
lepra, era una enfermedad temida porque no había cura conocida.
En el tiempo de
Jesús, la palabra lepra denotaba varias enfermedades similares, y algunas de
ellas eran contagiosas. Si una persona la contraía, el sacerdote lo declaraba
leproso y lo alejaban de su hogar y ciudad. Lo enviaban a vivir en una
comunidad con otros leprosos hasta que se recuperara o muriera. Cuando el
leproso rogó a Jesús que lo sanara, Jesús se le acercó y lo tocó, aun cuando su
piel estaba cubierta del temido mal. Como la lepra, el pecado es una enfermedad
incurable, y todos lo tenemos. Solo el toque sanador de Cristo puede
milagrosamente poner a un lado nuestros pecados y restaurarnos para que podamos
vivir en plenitud.
Jesús
quiso que aquel hombre de primera mano diera a conocer su historia al
sacerdote, de manera que pudiera probar que su lepra había desaparecido
totalmente y que por lo tanto podía volver a su comunidad.
El
centurión romano pudo haber dejado que muchos obstáculos se interpusieran entre
él y Jesús, como el orgullo, la duda, el dinero, el idioma, la distancia, el
tiempo, la autosuficiencia, el poder o la raza, pero no lo hizo.
Los
judíos odiaban a los soldados romanos por su tiranía y desprecio. Sin embargo
la fe de aquel hombre maravilló a Jesús.
Jesús
dijo a la multitud que muchos judíos religiosos, que podrían formar parte del
Reino, serían excluidos por haber perdido su fe. Estaban muy aferrados a sus
tradiciones religiosas, al grado que no podían aceptar a Cristo y su nuevo
mensaje.
"El
oriente y el occidente" representan los cuatro rincones de la tierra. Toda
la gente fiel a Dios se reunirá en el banquete del Mesías (Isaías 6; 55). Los
judíos debían haber sabido que cuando el Mesías llegara, los gentiles
participarían también de sus bendiciones.
Pedro
fue uno de los doce discípulos. La suegra de Pedro nos da un hermoso ejemplo.
Su respuesta al toque de Jesús fue servirle de inmediato.
Mateo
continúa mostrando la naturaleza soberana de Jesús. Por medio de un simple
toque, sanó; a una simple palabra suya, los demonios huyen de su presencia.
Jesús tiene autoridad sobre los poderes satánicos y las enfermedades
terrenales. También tiene poder y autoridad para dominar el pecado.
Jesús
siempre fue directo con los que le seguían. Se aseguró de que calcularan el
costo de seguirle y que no pusieran condiciones. Como Hijo de Dios, no titubeó
en demandar lealtad total. Aun el dar sepultura a un muerto no debía tener
prioridad sobre sus demandas de obediencia.
Jesús
sube en un bote de pesca porque muchos de los discípulos de Jesús eran
pescadores.
Durante
la tormenta, sin embargo, las velas se bajaban para que no se rompieran y
facilitar el control del bote. 8.24 El mar de Galilea posee un caudal de agua
poco común. De un momento a otro pueden presentarse tormentas repentinas que
agitan las aguas, originando olas de hasta siete metros de altura. Los
discípulos se vieron atrapados sorpresivamente por la tormenta y el peligro era
grande.
A
pesar de que los discípulos habían sido testigos de muchos milagros, se
llenaron de pánico en esta tormenta. Como navegantes experimentados, estaban
conscientes del peligro existente; lo que no sabían era que Cristo podía
dominar las fuerzas de la naturaleza.
La
región de los gadarenos estaba localizada al sudeste del mar de Galilea. Los endemoniados
están bajo el control de uno o más demonios. Los demonios son ángeles caídos
que se unieron a satanás en su rebelión en contra de Dios y ahora son espíritus
malos a las órdenes del diablo. Pero cada vez que se enfrentaban con Jesús,
perdían su poder. Los demonios reconocen a Jesús como Hijo de Dios, pero no le
obedecen.
Cuando
este hombre endemoniado se encuentra con Jesús le dicen a Jesús que no los
atormente "antes de tiempo", dan a entender que sabían cuál será su
destino final. Cuando los demonios entraron en los cerdos, estos se despeñaron
y cayeron al lago. La acción de los demonios prueba su intención destructiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario