LECTURA
DIARIA:
Mateo
capítulo 12
Los
fariseos habían establecido treinta y nueve categorías generales de actividades
prohibidas en el día de reposo.
Estaban basadas en interpretaciones de la ley
de Dios y en las tradiciones judías. Cosechar era una de esas prohibiciones.
Según los líderes religiosos, al arrancar espigas de trigo y sobarlas en sus
manos, los discípulos estaban técnicamente cosechando. Jesús y los discípulos
habían arrancado las espigas porque tenían hambre no porque quisieran segar el grano
con fines de lucro. Jesús y sus discípulos no estaban trabajando en el día de
reposo. Los fariseos, sin embargo, no pudieron y no quisieron ver más allá del
tecnicismo de las leyes.
La
historia a la que refiere Jesús se registra en 1Samuel 21.1-6. Cada semana se
reemplazaban los panes de la proposición y los sacerdotes comían los mismos.
Los panes que recibió David fueron los que habían sido reemplazados. A pesar de
que los sacerdotes eran los únicos que podían comer de esos panes, Dios no
castigó a David porque su necesidad era más importante que los tecnicismos
legales.
Jesús
estaba diciendo: "Si ustedes me condenan, tendrán también que condenar a
David", algo que los líderes religiosos no podían hacer sin originar un
gran alboroto entre la gente. Jesús no estaba apoyando la desobediencia a las
leyes de Dios. Enfatizaba la importancia de tener discernimiento y compasión al
aplicar las leyes.
Los
Diez Mandamientos prohibían trabajar en el día de reposo (Éxodo 20.8-11). Esa
era la letra de la Ley. Pero como el propósito del día de reposo era descansar
y adorar a Dios, los sacerdotes podían trabajar para llevar a cabo los
sacrificios y conducir los cultos de adoración. Esta "labor sabática"
servía y rendía culto a Dios. Jesús siempre enfatizó la intención de la ley.
Los fariseos se habían olvidado del espíritu de la ley y en forma rígida
demandaban que se obedeciera al pie de la letra su interpretación de la misma. Los
fariseos se preocupaban tanto de los rituales religiosos que olvidaban el
propósito del templo: llevar la gente a Dios.
Jesús
repitió a los fariseos palabras que los judíos habían oído muchas veces. La
actitud de nuestro corazón hacia Dios es primero. Sólo así podemos con
propiedad obedecer y observar las regulaciones y rituales religiosos.
Cuando
Jesús dijo que era "Señor del día de reposo" proclamó ser más
importante que la ley y estar por encima de ella. Para los fariseos esto era
herejía. No se daban cuenta de que Jesús, el Hijo de Dios, era el creador del
día de reposo. El Creador es siempre más grande que la creación; por esta razón
Jesús tenía la autoridad de dejar sin efecto sus tradiciones y regulaciones.
Los
fariseos pusieron sus leyes por encima de las necesidades humanas. Les
preocupaba tanto que Jesús rompiera una de sus reglas que no les importaba la
mano seca de este hombre que Jesús había sanado.
Los
fariseos planearon la muerte de Jesús porque estaban furiosos. Jesús había desacatado
su autoridad. Había puesto al descubierto sus aviesas actitudes delante de la
multitud en la sinagoga. Había demostrado que eran más leales a su sistema
religioso que a Dios.
La
gente esperaba que el Mesías anunciado en las profecías fuera un rey. Esta
referencia a la profecía de Isaías 42.1-4 muestra que El sí es rey, pero
describe qué clase de rey: calmo, gentil, que brinda justicia a las naciones.
Los
fariseos trataban de desacreditarlo apelando a las emociones. Como no querían
creer que El fuera Dios, decían que actuaba de acuerdo con satanás. A Jesús no
le fue difícil demostrar la necedad de su argumento.
Como
hombre, Jesús se había despojado de su capacidad sobrenatural de saberlo todo,
pero mostró un conocimiento profundo de la naturaleza humana. Su discernimiento
impidió que lo enredaran en sus palabras.
Jesús
recuerda que lo que decimos revela lo que hay en nuestro corazón.
Los
fariseos pedían otro milagro pero no estaban buscando con sinceridad conocer a
Jesús. Jesús sabía que habían visto milagros suficientes para convencerles de
que Él era el Mesías. Pero ellos ya habían decidido no creer en El y eso no iba
a cambiar con otro milagro.
Jonás
fue un profeta que fue enviado a la ciudad asiria de Nínive. Jonás trató de
huir de su cometido y terminó alojado tres días en el vientre de un pez
gigante. Cuando salió, de mala gana fue a Nínive, predicó el mensaje de Dios y
vio a la ciudad arrepentirse. Por contraste, cuando Jesús vino a los suyos,
estos no quisieron arrepentirse. Jesús está diciendo con claridad que su
resurrección probaría que Él era el Mesías. Tres días después de su muerte,
volvería a vivir, así como a Jonás se le dio una nueva oportunidad para vivir
después de haber estado tres días en el vientre del pez.
Jesús
describe la actitud de Israel y los líderes religiosos en particular. Si uno se
limpia la vida pero no la llena de Dios deja espacio suficiente para que entre
satanás.
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