LECTURA
DIARIA:
Mateo
capítulo 21
Antes
de entrar en Jerusalén, Mateo señala el episodio del asna y un pollino,
mientras que los otros Evangelios se refieren sólo al pollino.
Aquí Mateo
señala la profecía en Zacarías 9.9, donde un asno y un pollino son mencionados.
Muestra la manera en que las palabras del profeta se cumplieron por medio de
las acciones de Jesús, probando que era el Mesías. La llegada de Jesús a
Jerusalén en el pollino destaca su realeza mesiánica, como también su humildad.
Este es uno de los pocos lugares en los Evangelios donde la gloria de Jesús es
reconocida en la tierra. Jesús audazmente declara ser Rey y la multitud con
júbilo lo aclama. Pero esa misma gente cedería a la presión política y lo
abandonaría poco después.
En
este capítulo, por segunda vez Jesús despejó el templo. Mercaderes y cambistas
tenían sus puestos en el atrio de los gentiles en el templo, y lo llenaban de
mercadería en lugar de dejarlo para los gentiles que iban a adorar a Dios. Los
mercaderes vendían animales para el sacrificio a precios elevados,
aprovechándose de los que habían llegado desde muy lejos. Los cambistas
canjeaban la moneda corriente por la del templo, única moneda que los
mercaderes aceptaban. Con frecuencia engañaban a los extranjeros que no sabían
el tipo de cambio. No sólo los mercaderes y cambistas eran deshonestos, sino
que abusaban de los que habían ido a adorar a Dios.
Jesús
maldijo a la higuera expresando su enojo contra una religión sin sustancia. Así
como la higuera tenía buen aspecto de lejos pero al examinarla de cerca no
tenía frutos, el templo impresionaba a primera vista pero sus sacrificios y
otras actividades eran vacíos porque no se ofrecía adoración sincera a Dios.
La
declaración de Jesús en el versículo 22 se refiere a que nuestra oración debe
centrarse en la obra del Reino de Dios. Si creemos, nuestras peticiones estarán
supeditadas a la voluntad de Dios, y Él se sentirá gustoso de contestarlas.
La
gente buscaba la señal exterior de autoridad: educación, título, posición,
conexiones. Pero la autoridad de Jesús provenía de su esencia, de lo que era, y
no de ningún adorno exterior o superficial.
Los
fariseos querían saber de dónde tenía Jesús autoridad. Si decía que de Dios, lo
acusaban de blasfemia. Si decía que actuaba en su propia autoridad, la multitud
se convencería de que los fariseos tenían una autoridad superior. Pero Jesús
les contestó con una pregunta que parecía no tener nada que ver con el asunto,
pero que ponía de manifiesto sus verdaderos motivos. Ellos en realidad no
querían una respuesta sino atraparlo. Jesús demostró que los fariseos usaban la
verdad sólo si esta apoyaba sus puntos de vista y causas. Decían que querían
hacer la voluntad de Dios, pero con frecuencia desobedecían.
Los
personajes principales en la parábola del versículo 33, son el dueño: Dios, la
viña: Israel, los labradores: los líderes religiosos judíos, los agentes: los
profetas y sacerdotes que permanecieron fieles a Dios y predicaron a Israel, el
hijo: Jesús, los otros labradores: los gentiles. Jesús estaba poniendo al
descubierto el complot asesino de los líderes.
Jesús
se refiere a sí mismo como la piedra rechazada por los edificadores. A pesar de
haber sido rechazado por muchas personas, sería la cabeza del ángulo de su
nuevo edificio, la Iglesia. Con esta metáfora el Señor enseña que una piedra
puede afectar a la gente en formas diversas, dependiendo de la manera en que se
relacionen con ella. Lo ideal es edificar sobre la piedra, pero muchos pueden
tropezar con ella. Y en el juicio final aplastará a los enemigos de Dios.
Cristo, "la cabeza del ángulo", al final será la "piedra que
desmenuzará".
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