LECTURA
DIARIA:
Mateo
capitulo 17
La transfiguración
fue una revelación especial de la divinidad de Jesús a tres de los discípulos y
una ratificación divina de Dios de todo lo que Jesús había realizado y estaba
por realizar.
Moisés y Elías fueron dos de los más grandes profetas en el
Antiguo Testamento. Moisés representa la Ley. Escribió el Pentateuco y predijo
la venida de un gran profeta. Elías representa a los profetas que anunciaron la
venida del Mesías. La presencia de ambos con Jesús confirma su misión
mesiánica: cumplir la ley de Dios y las palabras de los profetas de Dios. De
igual forma como la voz de Dios en las nubes sobre el monte Sinaí dieron
autoridad a la ley, la voz de Dios en la transfiguración dio autoridad a las
palabras de Jesús.
Pedro
quiso construir tres refugios para que aquellos tres hombres sobresalientes se
quedaran. Sin embargo, no era hora de actuar, sino de alabar y adorar. Pedro
quería prologar el momento, pero debía aprender y avanzar. Había percibido a
Cristo como igual a los demás, pero Cristo es infinitamente mayor y uno no
puede igualarlo con nadie.
Jesús
es más que un simple líder famoso, más que un buen ejemplo, una buena
influencia o un gran profeta. Él es nada menos que el Hijo de Dios. Jesús dijo
a Pedro, Santiago y Juan que no debían contar lo que vieron hasta después de su
resurrección, porque sabía que no lo habían comprendido totalmente y en
consecuencia no lo podrían explicar.
Sus
preguntas indican que no habían
comprendido. Sabían que era el Mesías, pero tenían mucho más que aprender
acerca del significado de su muerte y resurrección.
Basado
en Malaquías 4.5-6 los maestros de la ley del Antiguo Testamento creían que
Elías debía aparecer antes que el Mesías. Jesús se refería a Juan el Bautista,
no a Elías el profeta del Antiguo Testamento. Juan el Bautista, asumiendo el
rol profético de Elías, confrontó en forma audaz el pecado y condujo a la gente
hacia Dios. Malaquías mucho antes había profetizado que un profeta similar a
Elías vendría.
A
los discípulos se les había dado autoridad para sanar, pero no habían aprendido
aún cómo apropiarse del poder de Dios. La frustración de Jesús estaba dirigida
a la generación incrédula e indiferente. Sus discípulos, en esta instancia,
eran un mero reflejo de esa actitud. El propósito de Jesús no fue criticar a
los discípulos sino estimularlos a que ejercieran la fe.
Los
discípulos fueron incapaces de echar fuera a un demonio, y por eso le pidieron
a Jesús una explicación. Este se refirió a su falta de fe.
Jesús
no condenó a los discípulos por su falta de fe, sino que les mostró cuán
importante sería la fe en su ministerio futuro.
Una
vez más Jesús predijo su muerte, pero aún más importante, fue que se hablara de
su resurrección. Desafortunadamente, los discípulos sólo oyeron la primera
parte de las palabras de Jesús y llegaron a desalentarse. No entendieron por
qué Jesús quiso volver a Jerusalén, al centro del conflicto. Los discípulos no
entendieron totalmente el propósito de la muerte y resurrección de Jesús hasta
el Pentecostés (Hechos 2).
Los
discípulos no entendían por qué Jesús seguía refiriéndose a su muerte, si ellos
esperaban que El estableciera un reino político. La muerte del Señor terminaría
con sus esperanzas. No sospechaban que la muerte y resurrección de Jesús haría
posible su Reino.
Todos
los varones judíos tenían que pagar un impuesto al templo para cubrir los
gastos de mantenimiento.
Como
de costumbre, Pedro contestó una pregunta sin saber de veras la respuesta,
poniendo a Jesús y a los discípulos en una situación incómoda. Jesús usó esta
experiencia, sin embargo, para enfatizar su rol soberano. Así como los reyes no
pagan impuestos ni cobran impuestos de sus familias, Jesús, el Rey, no debía
nada. Pero Jesús proveyó para el pago de los impuestos en favor suyo y de Pedro
para no ofender a los que no entendían su reino. Cristo le mostró dónde obtener
el dinero, pero Pedro tuvo que ir a buscarlo. Como pueblo de Dios, somos
extranjeros en la tierra porque nuestra fidelidad es siempre a nuestro Rey
soberano: Jesús. Sin embargo, tenemos que cooperar con las autoridades y la
ciudadanía responsable. Un embajador al estar en otro país respeta las leyes
locales a fin de representar bien al que lo envió. Somos embajadores de Cristo
(2Corintios 5.20)
Hermosa la palabra
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