LECTURA
DIARIA:
Mateo
capítulo 18
Jesús
tomó a un niño para ayudar a sus egocéntricos discípulos a captar la idea.
Los
discípulos estaban tan preocupados con la organización del reino terrenal de
Jesús que perdieron la visión de su propósito divino. En lugar de buscar cómo
servir mejor, discutían en cuanto a puestos. Les era difícil identificarse con los "niños",
gente débil y dependiente sin posición social ni influencia. Jesús advierte que
cualquiera que aparte de la fe a algún niño recibirá un severo castigo.
Jesús
dice que es mejor ir al cielo con una mano que al infierno con dos. El pecado,
sin embargo, afecta no sólo nuestras manos; afecta también nuestro corazón.
Así
como un pastor se ocupa de una oveja perdida al grado que va por las colinas a
buscarla, Dios se ocupa de cada ser humano que ha creado.
Las
instrucciones de Jesús a partir del versículo 15 son para enfrentarnos con los
que pecan en contra nuestra. Tienen que ver con cristianos, no con los que no
lo son, con pecados cometidos contra nosotros, no contra otros y con la resolución de conflictos que surgen en
el contexto de la iglesia, no en toda la comunidad. Las palabras de Jesús no
son una licencia para un ataque frontal a cada persona que nos hiere o margina.
No son una licencia para iniciar una campaña destructiva de chismes o pleito de
iglesia. Tienen como objetivo reconciliar a los que están en desacuerdo, de
modo que todos los cristianos puedan vivir en armonía. Cuando alguna persona
nos ofende, con frecuencia optamos por lo opuesto de lo que Jesús recomendó.
Respondemos con resentimiento u odio, buscamos venganza o chismeamos. Sin
embargo, debiéramos ir a esa persona primero, por difícil que nos sea. Luego
debemos perdonarla tantas veces como se necesite.
Las
palabras atar y desatar del versículo 18, se refieren a la decisión de la
iglesia en los conflictos. Entre los cristianos no hay corte de apelación fuera
de la iglesia. Lo ideal es que las decisiones sean tomadas bajo la dirección de
Dios y basadas en el discernimiento de su Palabra. Los creyentes, por tanto, tendrían
la obligación de llevar sus problemas a la iglesia y esta, a su vez, de buscar
la dirección de Dios para resolver los conflictos. El enfrentar los problemas
dentro del método de Dios tendrá impacto ahora y por la eternidad. Jesús tiene
en mente el día en que estará presente no en cuerpo sino por medio del Espíritu
Santo. En el cuerpo de creyentes (la iglesia), el acuerdo sincero de dos
personas es más poderoso que el acuerdo superficial de miles, porque el
Espíritu Santo de Cristo está con ellos. Dos o más creyentes, llenos del
Espíritu Santo, orarán de acuerdo a la voluntad de Dios, no de acuerdo a la
suya, y sus peticiones serán concedidas.
Los
rabinos enseñaban que debían perdonar tres veces a un ofensor. Pedro,
procurando ser generoso, preguntó si era suficiente perdonar siete veces, el
número "perfecto". Pero Jesús le contestó: "Setenta veces
siete". Con esto daba a entender que no debiéramos ni siquiera llevar la
cuenta de las veces que perdonamos a alguien.
En
los tiempos bíblicos, serias consecuencias esperaban a los que no podían pagar
sus deudas. El prestamista podía forzar al deudor y su familia a trabajar hasta
que la deuda fuera cancelada. El deudor también podía ir a la cárcel, o su
familia podía ser vendida en calidad de esclavos para ayudar a pagar la deuda.
Se esperaba que el deudor, mientras estaba en prisión, pudiera vender sus
propiedades o que sus familiares pagaran la deuda. Si no, permanecía en prisión
el resto de su vida.
Cuando
no perdonamos, nos estamos poniendo al margen y por encima de la ley de amor de
Cristo.
Amen
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