LECTURA
DIARIA:
Mateo
capítulo 16
Los
fariseos y saduceos eran líderes religiosos judíos de dos diferentes partidos y
sus puntos de vista eran diametralmente opuestos en muchos aspectos.
Los
fariseos seguían con cuidado sus normas y tradiciones religiosas, creyendo que
ese era el camino a Dios. También creían en la autoridad de todas las
Escrituras y en la resurrección. Los saduceos sólo aceptaban los libros de
Moisés como Escrituras y no creían en la vida después de la muerte. En Jesús,
sin embargo, los dos grupos tenían un enemigo común y unieron fuerzas para
darle muerte.
Los
fariseos y saduceos demandaban señales en el cielo. Intentaban explicar los
milagros de Jesús como experta manipulación, casualidad o uso de poderes
malignos, pero creían que sólo Dios podría hacer señales en los cielos. Estaban
seguros que esa sería una proeza que Jesús no podría realizar. A pesar de que
Jesús pudo impresionarlos con facilidad, no quiso hacerlo. Sabía que ni un
milagro en el cielo lograría convencerlos de que era el Mesías. Ya de antemano
habían decidido no creer en El.
En
respuesta a la demanda de una señal del cielo, alguna acción milagrosa que
probara su autoridad divina, Jesús respondió que no le será dada, sino la señal
de Jonás. La señal de Jonás se explica como referencia a los días y noches que
Cristo pasó en la tumba.
Jesús
había sanado, resucitado personas y alimentado a miles, y todavía demandaban
que probara su identidad.
La
levadura se usa para hacer crecer la masa de pan. Con sólo una pequeña cantidad
de la misma se leuda la totalidad de la masa. Jesús usó la levadura como
ejemplo de cómo una pequeña cantidad de maldad puede afectar a una multitud.
Las enseñanzas erróneas de los fariseos y saduceos desviaban a muchas personas.
Jesús
y sus discípulos fueron a Cesarea de Filipo donde Pedro confesó que Jesús era
el Mesías y el Hijo de Dios.
Los
discípulos contestaron la pregunta de Jesús desde el punto de vista común de la
gente: que Jesús era uno de los grandes profetas que había resucitado.
Pedro,
sin embargo, confesó que Jesús era divino y el prometido y tan esperado Mesías.
Así
como Pedro había revelado la verdadera identidad de Cristo, Jesús revelaba la
identidad y el rol de Pedro. Pedro más tarde recuerda a los cristianos que son
la Iglesia construida sobre el fundamento de los apóstoles y profetas con
Jesucristo como la piedra angular (1Pedro 2.4-6).
Jesús
pidió a los discípulos que no dieran a conocer la confesión de Pedro, porque
estos no habían entendido por completo el tipo de Mesías que era. Jesús no era
un paladín militar, sino un siervo sufriente. Primero debían tener un pleno
conocimiento de Jesús y de su misión como discípulos antes de darlo a conocer a
otros en una manera que no originara una rebelión. Les iba a estar costando
muchísimo trabajo entender la razón de su venida hasta que su misión terrenal
terminara.
Los
discípulos no captaron el verdadero propósito de Jesús por causa de las ideas
preconcebidas que tenían del Mesías.
Esta
es la primera de tres veces en que Jesús predijo su muerte Los discípulos
enfrentarían el mismo sufrimiento de su Rey y, como El, serían premiados al
final. Pedro, amigo de Jesús y seguidor devoto, el que acababa de proclamar en
forma elocuente su identidad verdadera, procuró protegerlo del sufrimiento que
profetizó. Pero si Jesús no hubiese sufrido y muerto, Pedro (y nosotros)
hubiese muerto en sus pecados. El mismo mensaje que Jesús oyó en las
tentaciones del desierto (que no tendría que morir, lo escucha ahora de Pedro.
Este acababa de reconocer a Jesús como el Mesías; ahora, sin embargo, desecha
la perspectiva de Dios y evalúa la situación desde el aspecto humano. Satanás
siempre intenta que pongamos a Dios a un lado. Jesús reprendió a Pedro por esta
actitud.
Cuando
Jesús usó esta figura de sus seguidores, "tome su cruz, y sígame",
los discípulos sabían lo que significaba. La crucifixión era un método romano
común de ejecución y los criminales condenados tenían que llevar su cruz por
las calles rumbo al sitio donde cumplían su sentencia. Seguir a Jesús, por lo
tanto, implica una entrega verdadera, con riesgo de muerte y sin posibilidad de
retroceso. La posibilidad de perder la vida era muy real tanto para los
discípulos como para Jesús.
Amen
ResponderEliminar