UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
LA
IMAGEN DE DIOS EN NUESTRA VIDA
En
la Biblia encontramos que al crear al hombre DIOS dijo: "Hagamos al hombre
a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar,
en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal
que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de
Dios lo creó; varón y hembra los creó" (Génesis 1.26-27).
Desde
el comienzo, DIOS hizo a los seres humanos a su propia "imagen",
semejantes a Él.
Somos,
aunque en medida limitada, semejantes a DIOS en cuanto a que tenemos
un poder mental y una imaginación creadora como la suya, algo que ninguna otra
criatura tiene.
La
Biblia revela claramente que en el ser humano hay un "espíritu". El
apóstol Pablo escribió: "¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre,
sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas
de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del
mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos
ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría
humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo
espiritual" (1 Corintios 2.11-13).
Esta
"esencia espiritual", que va unida al cerebro
humano, eleva al género humano notoriamente por encima del reino
animal. El ser humano realmente es único. Realmente es hecho "a
imagen de DIOS", su Creador.
Al
pecar el hombre introdujo su naturaleza pecadora, distorsionando la imagen de
DIOS y su santidad.
La
única manera de restablecer la imagen de DIOS es nacer nuevamente de forma
espiritual, lo que la Biblia llama “un nuevo nacimiento”.
Esto
de "nacer de nuevo" ¿es acaso una mera experiencia religiosa
emocional que se logra despertar en los servicios religiosos o en las campañas
evangélicas?
¡De
ninguna manera! Nacer de nuevo es la experiencia más importante y
trascendental que podamos imaginar. ¡Es nada más y nada menos
que nacer dentro de la Familia de DIOS!
Por
eso el apóstol Pablo nos dice: "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos
de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con
Él, para que juntamente con Él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que
las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria
venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Romanos 8.16-18).
Aquí la Biblia indica claramente que
los cristianos verdaderos van a ser "coherederos" con
Cristo y que seremos "glorificados" junto con Él.
Este
ha sido el supremo propósito de Dios ¡desde el principio! No una
simple idea sentimental de vivir algunas experiencias emotivas o de cumplir una
serie de rituales. (Apocalipsis 12.9).
Una
y otra vez, la Biblia reitera que no nos convertimos en hijos de Dios
automáticamente por medio de alguna experiencia religiosa o emocional, sino que
debemos hacer entrega total de nuestro ser al Creador.
Cuando
por fin hacemos esa entrega total a DIOS para dejar que
Él gobierne nuestra vida, cuando aceptamos
al verdadero Jesucristo como nuestro Salvador y Señor y dejamos
que viva su vida de obediencia en nosotros mediante el Espíritu
Santo (Gálatas 2.20), entonces sí, pero no antes, DIOS pondrá su
Espíritu dentro de nosotros.
Solamente los
auténticos vencedores heredarán la vida eterna como hijos e
hijas del DIOS Eterno.
Jesús
dijo: "Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le
daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán
quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi
Padre" (Apocalipsis 2.26-27).
Dios
les bendiga abundantemente.
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