UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
LA
CORRUPCIÓN EL MAL DE LA SOCIEDAD
Cuando
escuchamos el término corrupción, inmediatamente pensamos en el gobierno y en
los políticos o funcionarios públicos; olvidando que la corrupción está
presente en casi todos los ámbitos de nuestra sociedad.
Por
ejemplo, hay quienes la usan para evadir su responsabilidad, como cuando le
ofrecen dinero al agente para que no les dé una multa por exceso de velocidad.
Otros
la usan como un recurso, es decir, como un medio para obtener de forma rápida y
sin tanta burocracia el bien o el servicio necesitado; como es el caso del
particular que le ofrece dinero al empleado público para que tramite su
petición primero y antes que la de los demás, que llevan días esperando su
turno.
¿Quién
es el corrupto? ¿El empleado público que recibe el dinero o el particular que
lo entrega? Es evidente que ambos son igualmente corruptos y, dicho sea de
paso, esta conducta que parece tan inocente para muchos, es delito para ambas
partes.
La
corrupción siempre conlleva la búsqueda de un beneficio para quienes la
practican, y esta conducta que se concreta en extender la mano para ofrecer o
recibir dinero a cambio de un bien o servicio, lo que entendemos como soborno,
abarca también en todo su proceso de formación comportamientos como: torcer el
derecho o la justicia, hacer acepción de personas, mentir, ser testigos falsos,
robar, manipular, etc. Todos estos y muchos más, son los comportamientos o los
verbos rectores mediante los cuales se comete el acto de la corrupción.
Para
simplificarlo, cualquier resultado que se logre de manera oscura o turbia,
quebrantando e incluso esquivando las normas legales o éticas, ¡es corrupción!
Puede
decirse que la corrupción es casi tan antigua como el ser humano; porque la
lucha por el poder, la ambición, la codicia e incluso la necesidad, ha llevado
a que la humanidad en general piense equivocadamente: que el fin justifica los
medios.
La
mentira, que es un componente que nunca falta cuando se trama un acto de
corrupción, ya que hay que mentir para disimular la realidad, ha permeado
nuestras sociedades a un punto tal, que muchos la consideran un medio legítimo
para alcanzar sus fines. El político en campaña miente diciendo lo que el
pueblo quiere escuchar, aunque él mismo piense otra cosa. El pueblo sabe que
miente, pero al mismo tiempo piensa: “eso es lo que los políticos hacen”. Las
compañías mienten en los anuncios publicitarios de sus productos y la ley lo
sabe; pero: “eso es lo que tienen que hacer porque de otra forma no venderían
suficiente”. Lo cierto es que esa mentira legitimada, esa falta de integridad
tanto personal como institucional, es la que sienta las bases que sostienen la
corrupción.
Es
Satanás, el padre del engaño y de la mentira, quien ha llevado a la humanidad
por un sendero de egoísmo y destrucción que es diametralmente opuesto a la
verdad y a la ley que DIOS enseña en su Palabra.
En
Juan 8.44 leemos: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los
deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio,
y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla
mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”.
Desde
hace miles de años, el manual de instrucciones que DIOS le dejó a la humanidad,
la Biblia, nos enseña no solamente las leyes que traen verdadera justicia, sino
también los sistemas y las prácticas económicas y mercantiles que aseguran la
prosperidad y la distribución equitativa de la riqueza; a la vez que cuidamos y
protegemos nuestro medio ambiente.
En Deuteronomio
16.19-20 leemos: “No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni
tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las
palabras de los justos. La justicia, la justicia seguirás”.
Y
en Deuteronomio 11.18-19 leemos: “Pondréis estas mis palabras en
vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en vuestra
mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las enseñaréis a
vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando
andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes”.
Si
en lugar de enseñarles a nuestros hijos y jóvenes que mentir es normal, que la
ley se puede evadir o que es legítimo empobrecer a los demás, les enseñamos a
vivir en integridad respetando la justicia, respetando al prójimo sin importar
su condición social o su país de nacimiento; si les enseñamos a repudiar la
mentira y el soborno, entonces empezaremos a combatir las causas de esta
enfermedad desde el núcleo más pequeño de la sociedad: la familia, hasta su
mayor expresión: el Estado.
“Instruye
al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios
22.6)
Rescatando
los valores desde el seno de nuestra familia y educando hijos con integridad
moral, tendremos adultos honestos y responsables que lucharán por la verdadera
justicia y equidad social.
Dios
les bendiga abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario