lunes, 5 de noviembre de 2018

Leyendo... Joel capítulo 2



LECTURA DIARIA:
Joel capítulo 2

Un cuerno llamado «sofar» se utilizaba para anunciar la inminencia de algún peligro, como aquí, y para convocar a una asamblea, como en el versículo 15. Sion es la cumbre de la montaña-templo donde el Señor fue entronizado. El día de Jehová.

Joel todavía estaba describiendo los efectos devastadores de la plaga de langostas. La crisis era grave. Sin embargo, Joel dio a entender que la plaga de langostas era solo la precursora de una crisis mucho mayor si el pueblo no se volvía de sus pecados.
El llamado al luto y al arrepentimiento es similar al del capítulo 1.
Dios dijo al pueblo que se volviera a Él mientras todavía había tiempo. El tiempo corría y la destrucción pronto les vendría encima.
Como el pecado y el juicio habían tocado a todos, desde los ancianos hasta los niños, así también debía suceder con el arrepentimiento; hasta el novio y la novia debían interrumpir sus esponsales.
La promesa de salvación y bendiciones del versículo 18 (sin ninguna referencia de tiempo) profetiza una era en que serán satisfechas tanto las necesidades materiales como espirituales.
El ruego que aparece en versículo 17 parece que ha sido respondido y que la restauración de Israel ha comenzado
Aquí la profecía de Joel cambia dramáticamente, y pasa de profetizar castigo de Dios a anunciar derramamiento del perdón y bendición de Dios. Esto sucedería solo si el pueblo buscaba vivir de la manera que Dios quería que lo hiciera, renunciando a sus pecados. Donde hay arrepentimiento hay esperanza. Esta sección del libro alimenta esa esperanza. Sin esta esperanza la profecía de Joel solo traería desesperación. Esta promesa de perdón debió haber alentado al pueblo a arrepentirse.
Joel contrasta el temor al castigo de Dios (2.1) con el gozo de la intervención de Dios (2.21). El pecado acarreará castigo en el Día del Señor, y solo el perdón de Dios brindará regocijo.
Las refrescantes lluvias, que renuevan la fertilidad de la tierra agotada, prefiguran el derramamiento del Espíritu Santo, que trae consigo la renovación espiritual (versículos 28-32).
Dios sí promete que después del día final de castigo, su pueblo nunca más experimentará esta clase de desastre.

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