UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
EL
YUGO DE LA POBREZA
Los
gobiernos se han esforzado desde hace siglos por eliminar la maldición de la
pobreza pero han tenido muy poco éxito.
Los
programas de asistencia social brindan ayuda pasajera, pero a la vez suelen promover
una mentalidad que enseña a los beneficiaros a esperar que el gobierno supla
todas sus necesidades. Los activistas sociales denuncian y protestan por más
planes para atender a los pobres pero pocos plantean soluciones prácticas.
La
mayor parte de los esfuerzos humanos por quitar el yugo de la miseria han
fracasado porque no llegan a las raíces del problema. La redistribución del
ingreso, o sea quitarles dinero a los ricos y dárselo a los pobres, no va a
resolver el problema. Es una estrategia que acentúa el estado de dependencia de
las mayorías pobres.
Las
economías de planificación centralizada, tampoco han resuelto el problema, y
han llevado al estancamiento económico. Las economías de libre mercado pueden
generar mucha riqueza, pero un mercado libre que no se base en principios
morales fuertes simplemente premia a los codiciosos y conduce a un
"capitalismo salvaje", cuyo resultado es acentuar más la brecha entre
ricos y pobres.
La
Biblia plantea el asunto de un modo diferente, dándole importancia a las
actitudes básicas que determinan lo que el hombre hace. Es interesante el
siguiente comentario de un profesor de negocios: "Salir de la pobreza… no
requiere la formación de capital a gran escala sino un cambio de actitud".
Las
Escrituras señalan como una causa de la pobreza, la actitud negligente e
irresponsable, que carece de iniciativa y no traza planes para el futuro. (Proverbios
6.6-11;21.13;24.30-34)
Otra
causa son las decisiones impulsivas e imprudentes. (Proverbios 21.5)
Pero
fundamentalmente, la Palabra de DIOS indica que la pobreza se debe en gran
parte al trato injusto y a la opresión de los pobres por parte de personas
ricas, codiciosas y a menudo desalmadas.
Los
profetas de DIOS han advertido que la injusticia social, la opresión de los
pobres y el llevar una vida de lujos desatendiendo las necesidades de los
pobres son cosas que despiertan la ira de DIOS (Jeremías 7.5-7; Amós 4.1-3;
5.11-13; Malaquías 3.5)
DIOS
destruyó la pecadora ciudad de Sodoma no solamente por sus perversiones
sexuales (Génesis 19.4-7) sino también por otras razones importantes. Leemos
que "esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y
abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del
afligido y del menesteroso". (Ezequiel 16.49)
Tanto
la Biblia como la historia indican que el egoísmo, la inequidad y los actos de
opresión económica se extendieron en la antigua Israel cuando los israelitas se
olvidaron de DIOS y dejaron de lado las leyes e instrucciones que él había dado
a Moisés. Entre esas instrucciones había pautas específicas para proteger a los
pobres y necesitados. Dios le dijo a Moisés: "Cuando prestares dinero… al
pobre que está contigo, no te portarás con él como prestamista, ni le impondrás
usura. Si tomares en prenda el vestido de tu prójimo, a la puesta del sol se lo
devolverás". (Éxodo 22.25-26) También le dijo a Moisés: "Y cuando tu
hermano empobreciere… tú lo ampararás… No le darás tu dinero a usura, ni tus
víveres a ganancia" (Levíticos 25.35-37. Y más aún, DIOS dijo:
"Cuando haya en medio de ti menesteroso… no endurecerás tu corazón, ni
cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano
liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite" (Deuteronomio
15.7-8). Estas instrucciones prohíben explotar a los pobres y a los
trabajadores bajo contrato y advierte a los más prósperos que deben tratar con
generosidad a los menos afortunados.
Las
instrucciones bíblicas sobre la protección de los pobres reflejan el
pensamiento de DIOS. Muchos pasajes de las Escrituras muestran que DIOS tiene
muy en cuenta a quienes a quienes opriman, exploten o desatiendan a los pobres.
Las
leyes del Antiguo Testamento son principios eficaces encaminados a prevenir
algunos de los problemas más grandes que hoy aquejan al mundo, entre ellos la
explotación de mano de obra barata, la brecha creciente entre ricos y pobres y
los problemas del hambre.
Cada
50 años se declaraba un año de jubileo (Levíticos 25.8-17). En el año de
jubileo, todas las tierras que se hubiesen vendido regresaban a sus
propietarios originales. Este principio hacía imposible la concentración de la
tierra en manos de unos pocos ricos (Isaías 5.8I). Cuando DIOS estableció la nación de
Israel la tierra se repartió en partes más o menos iguales entre las tribus y
familias. (Números 26. 52-56)
DIOS
quiso que esta igualdad fundamental se prolongara, y de allí su orden de
devolver todas las tierras a sus propietarios originales cada 50 años.
En
Levíticos 19.9-10 habla de leyes sobre la cosecha. No se podían segar los
bordes de los campos sino que estos debían dejarse para que los pobres también
tuvieran algo que cosechar.
Además,
DIOS fijó un sistema de diezmos para atender a las necesidades espirituales y
físicas de su pueblo. El primer diezmo, diez por ciento de los ingresos, era
para mantener a los sacerdotes y levitas, que eran los dirigentes espirituales,
maestros y administradores civiles de la nación. Un segundo diezmo lo retenía
el jefe de cada hogar para celebrar las fiestas anuales (Deuteronomio 14.23-26).
Un tercer diezmo se pagaba en los años tercero y sexto de cada ciclo de siete
años para mantener a las viudas, los huérfanos y los pobres (Deuteronomio
14.28-29).
De
esta manera DIOS dispuso un sistema organizado para velar por los necesitados.
El máximo que pagaría un individuo anualmente por concepto de diezmos sería el
20 por ciento (puesto que el segundo diezmo siempre lo retenía el individuo
para usarlo durante los días santos). Comparemos esto con los regímenes de
impuestos actuales. Sería un cambio muy bueno para muchos que hoy pagan sumas mucho
mayores a gobiernos despilfarradores.
Si
estas leyes y los principios se aplicasen a todos los pueblos del mundo, los principios
bíblicos se convertirían en la plataforma y base estructural de un sistema
económico que transformaría al mundo.
A medida que se pusieran en práctica estas
instrucciones, terminarían la explotación de los pobres, empezará a desaparecer
la brecha entre ricos y pobres, y se levantaría el yugo de la pobreza.
Los
verdaderos cristianos son llamados a prepararse para cambiar el curso de la
historia cuando Jesucristo regrese a la tierra. Es así como se va a quitar por
fin el yugo de la pobreza, y es entonces cuando los oprimidos finalmente
quedarán libres. Esta es la buena noticia y la verdadera esperanza para el
futuro.
Dios
les bendiga abundantemente.
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