UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
UN
NACIMIENTO TIENE UN TÉRMINO
Un
nacimiento es una experiencia única y definitiva en el reino natural y también
en el espiritual. Cuando un bebé nace en la sociedad terrenal, se hace un
registro.
Cuando
un pecador se arrepiente y acepta a Jesús como Señor y Salvador en el cielo se
escribe un nuevo nombre en la gloria. Esto habla de un hecho terminado. Es
importante que entendamos esto porque nadie puede jamás existir sin haber
nacido. Incluso cuando el cuerpo de alguien deja de existir, el espíritu pasa
sin límite de tiempo, sin fecha y sin medida, a la eternidad.
Un
nacimiento tiene un comienzo. Un nacimiento es un punto de partida. Para un
pequeñito todo es futuro, todo es “mañana”, él no tiene pasado. Ningún policía
podrá arrestar a un recién nacido por haber cometido crímenes. Cuando llegamos
a Jesús no existe el ayer, sólo tenemos “mañanas”.
Sin
embargo, después de nacer comenzamos a crecer.
El
bebé nace con todo el equipo que va a tener, ahora necesita crecer.
¡Qué
bendición descubrir, desarrollar y desplegar lo que hemos recibido con nuestro
nuevo nacimiento!
Un
nacimiento se espera con certeza. Un nacimiento es una experiencia definitiva.
Si nos preguntaran: “¿Ha nacido usted alguna vez?”, dicha pregunta no tendría
sentido.
Pero
supongamos que nos hacen la pregunta y respondemos: “Eso espero. Estoy haciendo
lo mejor que puedo”. O aún más ridículo sería que respondiéramos: “Yo siempre
he nacido”. No, en realidad en un nacimiento hay una certeza implícita.
Hubo
un tiempo en el que no habíamos nacido, luego llegó el tiempo en el que ya
habíamos nacido.
Hablemos
sobre nuestra parte en el nuevo nacimiento. No tuvimos elección en nuestro
primer nacimiento, pero sí la tenemos en nuestro segundo nacimiento. Como
dijimos anteriormente, nosotros proporcionamos el útero de la fe. “Todo aquel
que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios…” (1 Juan 5.1).
El
nuevo nacimiento ocurre cuando creemos en el Señor Jesucristo. El pasaje que lo
relata está en Efesios 2.8, 9 donde dice: “Porque por gracia sois salvos
por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es por
obras, para que nadie se gloríe”.
Este
pasaje es grandioso porque en este punto la Escritura establece claramente por
medio de qué somos salvos. En contraste, no podemos cometer ningún error al
respecto, pues habla sobre lo que no nos salva.
Por
consiguiente, podemos mirarlo desde el punto de vista negativo y ver lo que no
salva, y luego desde el punto de vista positivo y ver lo que sí salva. Estos
versículos nos dicen que ni nosotros, ni nuestras obras nos salvan. “No depende
de nosotros”. “No depende de sus obras”. Es simple, ¿no es así? Pero la mayoría
de la gente no entiende este sencillo concepto.
Si
saliéramos a la calle y le preguntáramos a cualquier persona: ¿Irá usted al
cielo?, quizás esa persona respondería: ¡Seguro!, estoy haciendo lo mejor que
puedo. Piense en esa respuesta. El yo (el ego) está haciendo (obras) lo mejor
que puede.
El
significado literal del término “nacer de nuevo” es “nacer de arriba”. La
salvación no sólo implica sacar al hombre de la tierra y ponerlo en el cielo,
sino también que DIOS sale del cielo y entra en el hombre a través de su
Espíritu. En la carne, recibimos la naturaleza de nuestros padres carnales.
Cuando el Espíritu y la Palabra de DIOS crean en nosotros algo sobrenatural,
recibimos el carácter de un nuevo ser con naturaleza divina.
Los
cristianos no somos sencillamente personas buenas; somos nuevas
criaturas.
Dios
les bendiga abundantemente.
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